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Bienvenidos a Toxicolandia. Mi lugar favorito en el mundo.

Caleb Burck.

Los rayos de sol se filtran por la ventana, me removí incómodo en la cama, noté que me dolía todo el cuerpo, mientras abría los ojos.  Me incorporé de a poco sobre mis codos y pase mi manos por el rostro.

—Una noche ajetreada —ladeo la cabeza y sonrío analizando la escena.

Entre las oscuras sábanas, estaban dos sexis chicas completamente desnudas. Recuerdo que anoche salí con una y un tipo dejó plantada a su amiga, pues terminé con las dos.

Miré el reloj sobre la mesita y eran casi las ocho de la mañana, debería apresurarme si no quería llegar tarde al primer día de clase de mi último año de instituto.

Bufé, odiaba el colegio.

Me levanté lentamente para no despertar a ninguna de las chicas, caminé hacia el baño y me di una ducha rápida, no tenía mucho tiempo. Me coloqué una camiseta blanca con unos pantalones rasgados y una chaqueta de color negro. Removí un poco mi cabello aún húmedo y me di el lujo de pensar en lo que ocurrió anoche.

Recuerdo cada estocada una más fuerte que la otra, cada gemido, no me alcanzarían los dedos para contar las veces que dijeron mi nombre entre orgasmo. Las dos chicas solo para mí...

Cómo que está haciendo calor aquí.

—Caleb —tocaron a mi puerta.

Salí al pasillo cerrando la puerta de mi habitación.

— Buenos días, tía —después de diez años cuidando de mí, Rose la amiga de mi madre ya se había ganado mi cariño. En realidad creo que es la única persona que amo después de a mí.

— Tenemos vecinos —se cruzó de brazos— ¿Hoy quien va a salir? Una chica, dos chicos o tres —enumeró con sus dedos y puso sus brazos en jara.

—Solo dos chicas, tía —no pude evitar reír y encoger mis hombros.

—¿Qué voy a hacer contigo?

—Tía, deberías conseguir un marido —le di un corto beso en la mejilla— ¿Por qué no traes al hombre con el que estabas saliendo para conocerlo?

— Caleb baja a desayunar y vete a clases ya —ignora por completo mi propuesta.

—Vale, vale —me burlé por su reacción.

No tenía mucho tiempo, así que agarré una manzana, cogí las llaves del auto, enganché mi mochila en un solo hombro y me fui rumbo al instituto.

Cómo era de esperarse llegué tarde y para peor suerte tenía clases de Historia y el profesor era como un grano en el culo.

—¿Puedo pasar?—pregunté recostado al marco de la puerta, con ambas manos metida en los bolsillos.

—Llega tarde Sr. Burck —comentó sin levantar la vista de la pizarra.

—Lo sé —me encogí de hombros—. ¿Puedo o no?

—Que no se repita —suspiró el viejo.

Mierda.

Al llegar tarde las sillas de las últimas filas estaban ocupadas, así que terminé sentado junto a Kim. Claramente me había acostado con ella, bueno la pregunta es:

¿Con quién no me he acostado yo?

Pero Kim era diferente, sabía sus sentimientos por mí, así que no volvería a pasar. Ella era muy buena, no merecía que un demonio como yo arruinara su vida. Habían muchas chicas para escoger, bueno y chicos.

La Bestia ✓Where stories live. Discover now