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Sin ti, no le veo sentido.

Caleb Burck.

Dos putos mensajes, completamente distintos, dolor-alivio, negro-blanco, final-principio.

Número desconocido.
Encontré a tu padre, llámame.

Gregory.
Estamos en el hospital, Will no está bien, deberías venir. Dejemos los problemas y las peleas aún lado por un momento.

La decisión está clara, no creo que piensen igual que yo. Es retorcido, incomprensible, pero yo necesito esto, para poder descansar en paz.

Lo único que espero es no llegar tarde a Ray.

Estaba frente a la vieja valla, de una residencia para ancianos, la cual me había indicado el detective que contarte. Me da gusto, tanta maldad toda su vida y ahora termina solo en un sitio como este. Ya es buen castigo para él, pero para mí, no lo creo.

«Quiero mi tortura por ser el asesino de mi propio padre»

Cómo mismo me indicó el hombre que pagué por sus servicios entré por una antigua puerta que estaba abierta. Todos dormían, había un solo guardia el cual le caí un hilo de baba por su boca.

«Idiota»

Caminé por los tristes y grises pasillos de aquel lugar hasta que di con la habitación número trece. Una vez dentro busqué el interruptor con la linterna de mi teléfono, las luces encendieron y sobre una vieja cama estaba él. Mi progenitor y mi destructor, quien lo diría la persona que te da la vida también te pude dar la muerte.

— ¡Vamos despierta! — en mi voz se notaba la furia, el rencor y el odio — abre los ojos de una puta vez y mira el monstruo que originaste.

El viejo se retorció, abrió lentamente sus ojos, con su mano separó el aparato que lo ayudaba a respirar — Caleb ¿Hijo eres tú?

— No me llames hijo.

— Creí que nunca te volvería a ver.

— Aquí estoy — dije entre dientes y mírame bien porque será lo último que veas en tu vida.

— Caleb te busqué por años, hasta que el cáncer de pulmón me venció, no sabes lo arrepentido que estoy.

— No imaginas lo feliz que soy ahora mismo por verte moribundo y solo, como la escoria que eres.

— Estoy muy arrepentido por todo lo que te hice, pero es que yo te amo Caleb.

— ¡Eres un jodido enfermo! — grité con rabia.

— No me queda mucho tiempo, los doctores me diagnosticaron seis meses de vida. Necesito que me perdones por favor.

— Se equivocan, no te quedan meses.

— Caleb por favor te lo suplico.

— Dulce sueño viejo asqueroso— cogí una de las almohadas y cubrí su rostro. 

Mi padre se retorcía por la falta de oxígeno, intentaba agarrar mis manos, pero le era imposible. Luego de unos segundos sin forcejeo, retiré la almohada. Cerré sus ojos ya sin vida y me incliné dejando un corto beso en su frente.

— Nos vemos pronto en el infierno.— fueron mis últimas palabras antes de salir corriendo de ahí, en dirección al hospital.

Llegué con la respiración agitada, mi corazón iba a mil por horas, tenía la vista nublada en un sentimiento irreconocible, lo hice, maté a mi padre y no me sentía mal por ello.

Encontré a Gregory en la sala de espera su estado era devastador por lo que supuse que Ray no se encontraba muy bien.  

— ¿Qué sucede? ¿Cómo está?

— El médico me informó que si no conseguimos un donante en menso de veinticuatro horas él no… es posible que… — no pudo terminar la frase, pero yo sabía lo que quería decir.

— Señorita me presta un boli y un pedazo de papel por favor — le hablé a una joven que trabajaba en la recepción del hospital.

— Ten — me ofreció lo pedido —, ¿te puedo ayudar en algo más?

¿Quieres morir y regalar tu corazón a mi novio? — no solo eso, gracias.

— Gregory —le llamé unos segundos después— Lamento mucho como ocurrieron las cosas, pero ahora necesito dos favores.

— Claro —asintió.

— Rose debe regresar en una semana, dile que le quiero.

— ¿Perdón? No entiendo Caleb.

— Cuando Will despierte le das esto —le tendí la hoja.

— ¿Te vas a ir ahora? Sabía que no vales la pena, como piensas abandonar a mi hijo ahora que te necesita — agarró con sus puños mi camisa y me sacudía furioso—. Nunca te ha importado mi hijo, era solo un capricho más en tu vida.

— Usted es un imbécil y un egoísta, yo necesito irme para que Will esté bien ¿Acaso no lo entiende?

— No, no lo entiendo porque mi hijo te ama y por muy enfermizo que sea puedo aguantar con tal de verlo feliz.

— Yo también lo … — mierda otra vez, no lo puedo decir— Ese es el puto problema —me solté de su agarré— para que sea feliz yo debo irme.

Lo escuché gritar mi nombre varias veces, pero no regresé, doble por el pasillo hasta dar con la consulta del médico de Ray.

— Hola joven — un hombre mayor, canoso y con espejuelos me miró cuando abrí la puerta —¿Te puedo ayudar?

— ¿Usted sabe lo que es el amor?

— Si, eso supongo — respondió confundido por mi pregunta.

— Entonces si me puede ayudar.

#
Cuándo la policía llegó a detener al único sospechoso que habían grabado las cámaras de seguridad de una antigua residencia, fue demasiado tarde. Caleb Burck estaba sobre una camilla, con una enorme herida en su pecho. Para salvar a la persona que amaba.

La Bestia ✓Where stories live. Discover now