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"Confundiendo al confundido, así de malo soy"

Caleb Burck.

Nunca me ha importado lo que piensen de mí, total las personas que menos te lo esperas son lo que más daño te hacen, ¿duele? Si, demasiado pero aprendes a vivir con ello. El estúpido que va por ahí diciendo que quiere morir no ha sufrido ni la mitad de lo que cree.

A veces decimos "estoy bien", para no explicar por qué se cristalizan tus ojos cuando ves a esa persona, o por qué derramas una lágrima antes de dormir cada noche pensando en alguien.

A la verga, hay quien dice que está muy triste y no le pasa absolutamente nada, solo quiere llamar la atención porque su vida es perfecta y están aburridos.

El ser humano es así, complicado.

¿Por qué lo hice?

Fácil, me dió la gana. Es lo que quería y lo tomé.

Lo confundo.

Que corra a mí y le aclaro todo con un dibujito.

¿Remordimiento por todo lo que estaba pasando con Will?

Obvio no, me siento mejor que nunca, yo intenté alejarlo pero no funcionó. No sé trata de que él esté bien o de hacer siempre lo correcto. Se trata de hacer lo que me dé la gana y punto. Tengo que estar bien yo.

Llamaron a la puerta y me giré en dirección a esta.

— ¿Si entro en estos momentos a cuántas personas desnudas voy a ver?

Tenía que reírme escandalosamente por el comentario de mi tía.

— Solo a mí y con ropa —alcé la voz— lo prometo.

— Caleb, mi niño — corrió y colocó la palma de su mano en mi frente— ¿Estás bien? ¿Tienes fiebre?

— Yo estoy bien y tú estas loca.

— Permíteme sorprenderme señorito, no hay mini orgías, ni tres.

— Trío, se dice trío —rectifiqué entre risas— Resulta que no estoy de ánimos.

Su boca se abrió en una enorme ''O''

— ¿Conociste a alguien?

— No

— ¿Te gusta alguien?

— No

— ¿Algo que quieras contarme?

— No

— ¡Ay! Mierda —chilló— que me quedé dormida, apúrate que llegarás tarde, a eso venía.

Ok, mi tía se está volviendo loca.

Llego al colegio súper tarde por culpa del pequeño interrogatorio mañanero de mi tía, justo para deportes pero las primeras clases ya las había perdido.

— ¡Corriendo!  —gritó el profesor.

Y ahí estaba, corriendo como todo un puntualito, uno de los primeros en la fila, con una sonrisa enorme, tan característico de él feliz siempre como si el negro y el mal no existiera en su puta vida.

Solo para molestar aceleré mis pasos y lo alcancé.

— Buenos días, Ray.

— Buenos días, Caleb — respondió sofocado— te dije que no me llamaras por mi apellido.

— Puntualito entonces.

— ¡No!

— Bien, volvemos a Ray.

La Bestia ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora