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De cita con la bestia.

William Ray

Desde aquí puedo ver toda la ciudad y estoy cagado de miedo. El aire es frío, cada que llegamos a la cima de la noria lo es aún más. Tengo que controlar mis dientes para que no suenen al temblar y que Caleb termine burlándose de mí.

— Ves, no es tan malo —me sonríe de lado— ya vamos por cinco vueltas y no hay nada de que preocuparse.

Cómo si sus palabras fueran una maldición las cadenas hacen un sonido espantoso, se detienen bruscamente, haciendo que nuestras frentes choquen.

— ¿Qué carajos está pasando? —cierro mis ojos— ¿No hay fluido eléctrico?

— Ray, abre los ojos y fíjate en los pequeños detalles —al principio me niego, pero cuando vuelve a hablar es imposible evitarlo— Por favor.

Me percato que estamos en lo más alto, y que poco a poco se fueron bajando todos. La sonrisa picarona del chico que tengo frente a mí delata que todo esto fue obra suya.

— Ahora mira a tu derecha —me pide.

Las luces se alzan, tan diminutas que parecen estrellas a nuestro propio alcance. Se escucha levemente la música de la feria, aquí arriba solamente llega la melodía leve de una canción de la época de los ochenta. 

El aire nos abraza y la negrura se hace acogedora al nuestros dedos rozarse. Mi cuerpo completo lo reconoce y lo aclama por completo.

«Joder»

Mi corazón no puede con tanto.

— Es precioso —digo anonadado observando lo que nos rodea.

— Es la tranquilidad que siempre quiero —confiesa— La tengo solo aquí. Es mi lugar seguro. 

— ¿Entonces por qué estoy yo aquí?

— Respóndete tu mismo, Ray.

Se queda en silencio y esa es la respuesta que tanto he buscado. Quiero abrazarlo, pero es Caleb, siendo él, no quiero mandar al retrete la poca estabilidad que me queda.

Pongo mi boca en línea fina.

Analizo cada gesto, tiene sus manos metidas en los bolsillos, por una extraña razón vestimos casi iguales como si de un conjunto se tratase. Ahora mismo seríamos el desastre más perfecto que existe.

Me atrevo a levantar la mano y acaricio su rostro mis dedos hacen contacto con su boca, entre abro los labios y me mira con deseo. Pruebo con inclinarme hacia delante.

Nuestra respiración se hace una.

— ¿Quieres que te bese, Ray?

— Puede ser.

Muerde su labio inferior y tirando de mi cuello me besa desenfrenadamente. Su lengua invade mi boca y me sobresalto cuando su mano frota mi polla descaradamente.

Quiero dejarme llevar por todos los pecados que me invita a cometer este chico, pero en un movimiento brusco la noria se pone en marcha nuevamente, rompiendo el ambiente que había entre nosotros.

Suspiro con alivio, al poner mis pies en el suelo.

— ¿Tienes hambre? —pasa su mano sobre mi hombro y me atrae hacía sí.

— Un poco.

Sin pensarlo me arrastra entre la multitud hasta llegar a un rincón, cinco mesas junto a una pequeña cafetería con luces de neón. 

Tomamos asiento.

— Prepárate para probar la segunda mejor comida que comerás en tu vida.

— ¿La primera cuál es?

— Obviamente soy yo.

Lo ignoro por completo hasta que una mujer se nos acerca para tomar el pedido.

— ¿Lo de siempre? —le pregunta directamente a Caleb.

Asiente con la cabeza y está se va.

Regresa con hamburguesas, papas fritas y soda. Me lo reflexiono antes de comer, debido a mi estado no es recomendado comida chatarra, pero no quiero arruinar el momento con Caleb.

La comida termina siendo exquisita, me chupo hasta los dedos mientras el castaño se burla de mi apetito.

— Tenías hambre.

— La verdad es que si —confieso— Pero ya estoy lleno.

— Yo todavía no.

— ¿Vas a pedir otra hamburguesa? —No puedo creer que aún tenga hambre con todo lo que ha comido. 

— No me refiero a comida —me mira travieso con un brillo en sus ojos insuperable— Tengo apetito sexual. 

Me cuesta trabajo respirar.

— Espero que encuentres ese alimento que necesitas para saciar tus ganas.

— Lo tengo justo al frente. 

No soy estúpido.

Sé que es lo que quiere.

...pero me horroriza la idea de caer en sus garras.

Mis mejillas arden y sé que deben estar coloradas. 

— Tranquilo —sorbe un poco de refresco con la pajilla— Sigo esperando a que me lo pidas. No hay prisas.

Nos quedamos un rato ahí, hasta que salimos a caminar por la feria nuevamente, nos apartamos un poco y me quedo sin palabras al ver tres chicos molestando a otros dos.

Sé que son del colegio, reconozco a los abusones que forman parte del equipo de fútbol. Los otros van a mi clase de física, son gays por eso los están molestando.

Tienen a los chicos en el suelo y le dan patadas, se burlan y los ofenden por ser lo que son y expresarlo sin miedo.

Caleb me abandona y lo veo como se dirige hasta ellos, le dice algo que no logro escuchar por la distancia y los tres se van corriendo. Los muchachos intentan darle las gracias, pero los ignora y vuelve a mi.

— ¿Por qué nadie se mete contigo por ser...

— No te confundas —me corta— Yo no soy gay, a mí me da lo mismo follar con una chica que con un chico y nadie me puede decir absolutamente nada. Además quien es su sano juicio se metería con Caleb Burck, todo lo que has escuchado de mí seguramente sea cierto incluso hasta peor. No tengo el respeto de estos imbéciles de gratis.

— Eso que acabas de hacer fue lindo —le digo— Después de todo si tienes sentimientos, no estás tan muerto como crees. 

— Me da igual —encoge sus hombros— lo hice para que estés contento y pueda follarte hoy.

— ¿Vas a seguir con lo mismo?

— Tienes el poder de detenerme, Ray.

— Dios, vámonos ya.

— ¿Estás cediendo, Ray?

— No, definitivamente no.

Se ríe a carcajadas y nuevamente quedo como tonto. A Caleb se le da muy bien tomarme el pelo. Es que esa sensación de quererlo y detestarlo a la vez, el día menos pensado acaba conmigo de un disgusto.

Volvemos a casa en silencio. Subiendo las escaleras, tras este chico me convenzo cada vez más que lo que me espera no es fácil y la situación está bastante fea.

De algo estoy seguro...ya no hay vuelta atrás.

La Bestia ✓Where stories live. Discover now