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Caleb Burck.

No puedo explicar cómo me sentí al contarle toda la verdad a Ray. Tampoco entiendo cómo llegué al punto de confesarle algo así, a ese chico que apenas conozco.

Es que lo miro y todo es diferente.

Me provoca cosas que otros no.

No sé cómo se le dice a eso.

O sí.

Tocan a la puerta y luego reconozco su voz:

— ¿Puedo pasar? —es mi tía.

Últimamente, está más animada, creo que está vez le va a salir bien con Gregory.

Me alegro por ella.

— Entra, tía.

— Me estoy empezando a preocupar —se sienta a mi lado. 

— ¿Por qué? —enarco una ceja. 

— Estás más tranquilo que lo normal —aquí viene el discurso— No traes a nadie a casa, no estás saliendo. Estás más concentrado, vas al colegio sin que te lo pida. Eso es grave.

— Tía, estás loca.

— No, estoy preocupada por lo único que tengo en esta vida.

— Tienes a Gregory.

— Hablando de Gregory —se frota las manos— ¿Qué pasa con Will?

— Nada —me encojo de hombros— Somos amigos.

— Te conozco —me juzga con la mirada— Al principio sabía que querías acabar con él, pero algo cambió.

— Ahora me agrada, no le voy a hacer daño.

— ¿Solo eso? —pregunta— ¿No tengo de que preocuparme?

— Solo eso. No te preocupes.

— Bien —se levanta de la cama—, Ya que no tienes ningún problema con él, te informo que está noche se queda aquí.

— ¿Qué? —por una extraña razón mi corazón se acelera.

Me da asco sentirme así.

Odio que sea por culpa de él.

— Gregory y yo vamos a pasar el fin de semana en un hotel. Debido a lo de Ray, no quiere dejarlo solo.

Se va de mi habitación, estaba tan concentrado con la idea de pasar mi fin de semana con Will, que no me percaté de preguntar que es lo que le ocurre al rubio que me tiene con jaquecas a diario. 

No se equivocaron cuando dijeron que para cada bestia existe su domador. Will me está devolviendo el alma al cuerpo.  Las horas pasan lentamente, el anochecer llega junto al toque del timbre. Eran ellos. Lo sabía.

Bajos las escaleras discretamente y me quedo estático esperando que mi tía abra la puerta. Mantengo silencio y disimulo bastante bien mi desesperación por verlo.

Saluda a mi tía con una sonrisa en su rostro y lo veo más delgado que la última vez. Lleva un pantalón color mierda y un pulóver blanco con un sol sonriente plasmado.

De moda no sabe nada.

— Hola —se detiene frente a mí, se lo piensa unos segundos y al final termina saludándome con la mano.

— ¿Cómo estás? —intento sacar un poco de conversación.

— Todo bien, Caleb —pone su boca en línea fina y me da la espalda.

La Bestia ✓Where stories live. Discover now