Capítulo 5. El vampiro

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Eran casi las dos de la mañana y en el cementerio, cada vez, hacía más frío. Estos jóvenes se encontraban petrificados ante la sorpresa y las llamas habían desaparecido durante la imprevista desconcentración de Ryan. Ismael empuñaba una daga en su mano derecha y lucía diferente; sus ojos totalmente negros y su rostro mostrando esa ligera sonrisa macabra, le hacía helar el alma.

     —Se encuentra bajo mi control —especulaba el Oscuro—. Si no me sueltan en este instante, haré que se corte la garganta frente a sus ojos —A lo que Ismael respondió presentando el filo a su cuello.

     —¡No! —gritaron todos, al unísono.

     Darys lo liberó lentamente de las raíces que lo sujetaban.

     —¡Libéralo ahora! —exige Gabita.

     —Gabita, Gabita —Se regodeaba el engendro mientras se sacudía la suciedad que le habían dejado las raíces—, no atinas una, ¿verdad? —Preguntó—. Te enseñaré como se hace...

     Al instante, Ismael, que aún empuñaba su daga, la atravesó en su cuello mientras los observaba. Ninguno de ellos había vivido una escena tan desgarradora como aquella.

     —¡No! —gritó Gabita, mientras todos acudían a él.

     —Espero que hayas aprendido esta vez —dijo el Oscuro disfrutando la desesperación de los chicos justo antes de desaparecer entre las sombras.

     Cuando llegaron al cuerpo ya estaba muerto, por lo que un profundo ahogo se adueñó de todos. Ryan intentó tomar la daga para extraerla y en ese instante lo vio, frente a él, a Ismael.

     —¡No la saques, Ryan! —gritó Ismael, porque a pesar de estar cerca, su voz se escuchaba muy lejos.

     —Ryan, Ryan —llamaba Gabita—, sácala —decía entre lágrimas, mientras ponía su mano sobre la empuñadura de la daga.

     El nigromante estaba en un trance donde solo él podía ver a Ismael, pero a la vez, escuchaba todo lo que sucedía a su alrededor.

     —Espera, Gabita, no... —Intentaba escuchar lo que le quería decir Ismael, pero fue demasiado tarde. Gabita extrajo la daga y dos minutos después, el cuerpo de Ismael abrió los ojos.

     —¿Pero, qué coñ...? —exclamó Darys— ¿Qué significa esto?

     —No, no puede ser —reflexionaba Gabita en voz alta—. No sería capaz.

     —Me convirtió en vampiro —susurró el chico—. Me obligó a beber su sangre.

     No entendían cómo Ismael había llegado allí y él apenas respondía; solo temblaba de miedo, muy confundido. Ryan le preguntó acerca de lo que vio cuando estaba muerto pero repetía una y otra vez, que no recordaba nada. Todos fueron a la casa esa noche, ya que no podían abandonar a Ismael y debían mantenerlo vigilado.

     Durante las siguientes semanas, todo giró en torno a la novedad y al presunto fallo del encantamiento Inmovilos. El comportamiento de Ismael estaba cambiando. Ya no era aquel muchacho tímido con espejuelos, aunque en el fondo, seguía siendo un nerd que no hallaba mejor placer que estudiar y encontrarle solución a los problemas. Se obsesionó con encontrar una cura para el vampirismo, pero todo lo llevaba al mismo destino, la muerte definitiva. Días después, entre unos libros de Herbología que Ryan encontró en la biblioteca de su papá, descubrió unas plantas que tal vez juntas, inhibieran la sed de sangre que estaba comenzando a sentir.

     Una noche, decidieron salir. Necesitaban hacer algo que les recordara que eran jóvenes. El clima era espectacular, pues la discoteca estaba ubicada al lado del mar. La brisa era refrescantemente saludable para sus ideas cansadas. Al llegar, compraron unas bebidas que tenían un grado de alcohol bastante elevado, por lo que, con tales condiciones, no tardaron en dejarse envolver por la alegría de la noche.

El nigromante y el vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora