Capítulo 11. El libro de las Sombras

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Era casi mediodía y Ryan se encontraba acostado, mirando fijamente el techo, intentando procesar lo que le había iluminado su hermana. Pensaba en cómo el destino los había estado uniendo, unos a otros de una manera muy sutil. Esa noche, pretendían ir en busca del colgante. Él había propuesto ir de día, pues con el sol, el engendro no se atrevería a aparecer, pero Ismael no quería. Aseguraba que Ryan solo buscaba una excusa para que él no fuera, ya que el sol, le afectaba a él también.

     —El Oscuro nos ha sorprendido de muchas maneras —comentó Elena—. Debemos estar preparados, por si aparece.

     Y la psiphora tenía razón. Los encuentros con el Oscuro se volvían habituales. Sabían que era fuerte e inteligente y siempre iba a un paso por delante, así que procuraron estar listos para un posible enfrentamiento.

 Sabían que era fuerte e inteligente y siempre iba a un paso por delante, así que procuraron estar listos para un posible enfrentamiento

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     Cuando llegaron al cementerio, todo parecía tranquilo. Ya se habían corrido rumores que ponían en tela de juicio la seguridad de la ciudad. Se había reportado varios jóvenes desaparecidos e incluso, algunos aseguraban haber sido perseguidos en la noche, por lo que, no había rastros de personas por todo aquello.

     —Este es el sitio —dijo Darys—. Aquí fue donde moriste.

     —Sí —Observaba Ismael—, pero aquí no hay nada.

     Así estuvieron casi una hora, buscando por todo el lugar. Ismael parecía ansioso, a tal punto de proyectarse alterado.

     —¡Que no, Ryan —decía exaltado—, tenemos que encontrarlo!

     —Pero no está —intentaba hacerlo reflexionar—. ¿No ves que hemos revisado todo? Debajo de cada piedra.

     —Yo tengo más ganas que tú de salir de este horrible lugar —reclamaba—, pero no me iré de aquí sin ese colgante.

     —Déjame hacerte una pregunta —Ryan hizo una pausa fundamental—. ¿Estás al día con el tónico?

     —¿Piensas que está hablando mi sed? —Sonaba cada vez más alterado— ¿Acaso me crees tan irresponsable de no beberlo?

     —Ryan, ¡mira sus ojos! —gritó Elena mientras veía como los ojos de Ismael comenzaban a inyectarse de un manto tan oscuro que parecían cuencas vacías.

     —Ismael, tienes que calmarte —suplicó Darys sujetando sus manos fuertemente—. Tienes que luchar contra él.

     —No sé de qué hablas —comentó el chico con una ecuanimidad que rompía de golpe su anterior desespero—, no puedo luchar conmigo mismo.

     —¡Oscuro! —exclamó Ryan justo en el momento que Darys soltaba las manos de Ismael de un súbito tirón.

     —Él me pertenece —dijo el Oscuro a través de Ismael—, no puedes hacer nada para evitarlo.

El nigromante y el vampiroWhere stories live. Discover now