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Chūya y Dazai tienen 18 años y ambos trabajaban para la Port Mafia.

Dicen odiarse mutuamente cuando en el fondo están enamorados del otro. Una muestra de ello es su pequeño hijo de un año de edad, Atsushi, y el mayor, Ryūnosuke, de tres años, quien fue adoptado por Dazai desde que lo encontró recién nacido y tirado en un bote de basura cerca del río. Chūya desconoce de ello.

Era una noche con tormenta eléctrica en pleno invierno. Hacía mucho frío, y Dazai se encontraba en su casa cuidando de ambos niños, pues eran su gran secreto incluso de Chūya, de quién ni siquiera era pareja, sólo del Doble Negro (Soukoku).

Ryū miraba a Dazai como su padre o madre, pues fue él quien lo crió y lo sigue haciendo en la actualidad.

El pequeño azabache estaba asustado con los relámpagos que se miraban a través de las ventanas. Corrió hacia Dazai, y abrazó una de sus piernas, con temor.

— ¡Mamá, el dayo...! Me da miedo...

Dijo con mala pronunciación, apretando con sus puños el pantalón de Dazai. El castaño sonrió y se puso a la altura del niño, sujetando sus hombros para hablarle de frente.

— Ryū, estamos dentro de la casa. No sucederá nada malo. Estoy contigo, y Atsushi también está aquí. Somos tres. No estás solito. Yo los cuidaré a los dos.

Animaba. El niño se llevó su dedo pulgar a su boca para morderlo un poco. Dazai lo atrajo hacia él para abrazarlo, cuando a escasos metros de ellos, se oyeron unos llantos.

Era Atsushi. No sabía caminar muy bien y se había tropezado con un tatami en el suelo. Tenía un par de raspones en sus manos y derramaba lágrimas, pidiendo ser atendido.

— Atsushi se cayó. Dame un momento, Ryū. Iré a levantar a tu hermanito.

Para Dazai, no había diferencia entre los niños. Los dos eran sus hijos, a pesar de que Ryūnosuke no llevaba su sangre ni la de Chūya; y en cuanto a Atsushi, era un hijo no deseado del cual Chūya no sabe de su existencia.

Dazai era padre y madre para los dos en secreto de todos los miembros de la Port Mafia. Aunque amaba a Chūya, no quería hacérselo saber después de aquella noche alocada. Su orgullo y el de Chūya estaba primero que todo; además, tampoco quería decirle a Chūya sobre Atsushi, pues el pelirrojo odia a los niños y no lo aceptaría jamás. Mucho menos a Ryūnosuke, que ni siquiera llevaba su sangre.

— Venga, mi bebé Sushito. Sólo fue una caída, no pasará nada.

Ahora hablaba con cariño al peligris, quien lo escuchaba atento, sin comprender algunas palabras. Ryūnosuke se acercó a ellos y miraba esos raspones de Atsushi que llamaban su atención.

— ¿She gopeó? ¿Dash manosh?

Preguntó preocupado al ver llorar al menor. Dazai siempre guardaba la calma ante estas situaciones. Sentó a Atsushi sobre el mismo tatami, y sentó a Ryūnosuke a su lado.

— Esperen aquí. Mami irá por algo para curar las manitas de Sushito. Ryū, cuida a tu hermanito mientras regreso.

Dijo, para luego tomar sus cosas y salir de la casa.

Tenía una farmacia a media cuadra del lugar donde vivía, por lo que sólo bastó con tomar su paraguas, impermeable, y salir adecuadamente por esas venditas y crema para golpes que necesitaría Atsushi. Aunque también compraría pañales para los dos, y leche para Ryū, pues su leche materna sólo era adecuada para Atsushi, y Ryūnosuke, aún tomaba leche de su biberón.

— ¡Sushi! ¿Te duelle mucho?

Preguntó Ryū con angustia. Cualquier cosa era impresionante para él a su edad. Revisaba las manitas del otro niño y hacía gestos de dolor al verlas.

ENAMORADO DE UN IDIOTAWhere stories live. Discover now