13

928 109 73
                                    

Dazai había mostrado a Chūya sus papeles en regla sobre la adopción de Ryūnosuke al día siguiente de su nacimiento. Ryū tenía su apellido, y su custodia pertenecía a él mismo, a Dazai, a nadie más. Lo mismo con Atsushi.

Chūya se quedó en silencio durante varios minutos, procesando la información. Derramaba lágrimas. Le dolía su situación, su problema. Necesitaba ayuda y ya la estaba recibiendo de parte de Fukuzawa.

Dazai sentía pena por él. En el fondo sabía que Chūya, si estuviera libre de traumas y malos pensamientos, sería un maravilloso padre para los dos niños, sin distinción. Quería darle una oportunidad pero no tan pronto. Debía asegurarse que Chūya sanara su mente por completo para esa oportunidad.

— Dazai... Tu padre me ha ayudado bastante. Aunque claro, nada cambia tan rápido de la noche a la mañana. ¿Tal vez... podrías prestarme a Ryūnosuke una semana para convivir con él y demostrarle cuanto lo siento?

Era una propuesta que no requería de mucho pensamiento.

— No. Lo siento, Chūya, pero no estaré tranquilo si te lo llevas. Ryū te tiene miedo, eres su pesadilla. Él está acostumbrado a mí, y si se va contigo después de lo que pasó, vas a causarle traumas enormes.

— Pero... En verdad me han servido las terapias, Dazai. Necesito demostrarlo. Quiero...darle mucho amor, él lo necesita.

Insistía. Dazai había previsto la situación antes de ir al encuentro con Chūya. Siempre pensó que el pelirrojo iba a querer llevarse al niño a su casa para intentar mejorar las cosas, así que le trajo algo especial que podría animarlo.

— Ryū me tiene a mí, a sus abuelos, a su hermanito Atsushi y a su amoroso tío Ranpo. Él recibe mucho amor. ¿Crees que le hace falta el amor que nunca tuvo, Chūya? Toma esto.

Entregó un zapatito de tela, blando, color azul, que perteneció a Ryū cuando era un recién nacido. El primer calzado que Dazai le compró luego de quedarse con él.

— ¿Eh? ¿Esto...?

— Es de Ryū. Seguramente no quisiste ni ver sus pies cuando nació. Ni siquiera su carita. Así de pequeñito era, Chūya y tú lo botaste a la basura. Ryūnosuke... Si te alivias del todo, podrás verlo de nuevo, y sólo si prometes no volver a rechazarlo de una manera tan cruel.

Chūya observaba el mini zapato, acariciándolo con cariño. Una de sus lágrimas cayó sobre él. Imaginó la sonrisa que el bebé azabache siempre le regalaba aquellos primeros días de conocerlo. Lo extrañaba.

— Yo no quiero lastimar a nadie, Dazai. D-Dame una pronta oportunidad... Tan siquiera, déjame llevar a Ryū a las compras, o al parque... No importa si me vigilan a lo lejos... Te lo suplico.

— Y yo te seguiré negando ese permiso.

Se levantó de su asiento, dejando el dinero del café sobre la mesa. Salió del lugar, seguido por Chūya.

— ¿Por qué? Ryū es mío. Yo soy su padre. Tiene que estar a mi lado, lleva mi sangre. Si me niegas esta petición... Que tanto añoro... Soy capaz de pelear su custodia, Dazai.

— ¿Una amenaza o un chantaje? Si peleas su custodia, yo también lo haré y todos sabrán las condiciones en las que el niño fue encontrado en su día de nacimiento. Tengo fotos, Chūya, así que no te conviene jugar sucio, o podrías terminar en la cárcel, después de todo, cometiste ese acto cruel de abandono a un menor. Es grave.

♥️

Horas más tarde, Dazai estaba de vuelta en casa. Traía unas golosinas nutritivas para los niños.
Ryūnosuke y Atsushi lo abrazaban de sus piernas, uno de cada lado, muy felices de tenerlo de regreso.

— ¡Hermanito! ¡¿Cómo te fue con Chūya-kun?!

Ahora fue Ranpo quien se aproximó a saludarlo, muy energético y feliz. Aunque lo conocía recientemente, Ranpo ya adoraba a su hermano menor y a sus sobrinos. Su nueva familia lo hacía muy feliz. Esperaba golosinas para él también.

— Ranpo-niisan... ¿No dieron muchos problemas?

Sacaba las golosinas y las repartía. Las de Ranpo eran más dulces y papitas, pero las de los niños, papilla de frutas, jugos y algunos yogurts saludables.

— No. Los dos son muy buenos niños.

Contestó Ranpo, sonriendo. Aunque sonreía, jaló una de las mangas de la gabardina de Dazai, para encaminarlo alejado de los niños.

— ¿Qué sucede?

— Bebé Ryūnosuke durmió mucho y parecía tener pesadillas. Creo que los recuerdos del casi asesinato vienen a su mente. Está traumado, hermanito. Papá empezará hoy por la noche a darle terapias, aunque no se especializó en bebés ni en niños pequeños. Sé que papá lo logrará.

— Ranpo... Chūya quiere convivir con Ryū... Pero no se lo permití.

— Al niño le asustaría mucho pero, podría ser la terapia que Ryū necesita.

— ¿Eh? ¿T-Tú crees?

♥️

Ranpo y Dazai se dirigían a cierto punto de la ciudad de Yokohama. Atsushi venía en los brazos de su tío Ranpo, pues Ryūnosuke sujetaba la mano de Dazai, sin intenciones de separarse de él.

— ¡Mami! ¡U-no! ¡Quie-llo!

Atsushi señalaba con su dedito índice derecho hacia los algodones de azúcar de un vendedor.

— No, Sushito. Eso hará daño a tus dientes. Recuerda que cuando seas más grande, también usarás al tigre y un tigre con dientes feos...

— ¡Mejoy no!

Negó con la cabeza. Ranpo sonrió y le acomodó el sombrero infantil que traía en su cabeza.

— Tú solito te diste cuenta, Atsushi. Dime, ¿quién es mi sobrino favorito?

El bebé albino no respondió nada. Sólo sonreía, y disfrutaba el panorama de la ciudad.

— ¡Pues los dos, claro!

Adelantó el Detective.

Finalmente estaban frente a Chūya. Ryūnosuke pasó su mirada de abajo hacia arriba, no muy arriba, ya que Chūya no era muy alto.

— Mami... No quiello... Que she vaya...

Ryū se ocultó detrás de las piernas de Dazai, queriendo ser levantado en brazos. Comenzaba a llorar asustado.

— Ryū, hijo... —. Se puso a su altura, queriendo convencerlo de su pequeño cambio.
— Ven con papi. Necesito que me perdones, yo... No quise hacerte daño, bebé. Dame una oportunidad.

— Chūya, estás hablando con un bebé. Él no sabe de perdón.

— ¡No quiello! ¡Mami, shúbeme!

Ryū quería trepar por la pierna a Dazai para sentirse a salvo.

— Tranquilo, mi Ryū. Chūya sólo quiere estar contigo un rato, convivir juntos. Es tu papá... Pero el tío Ranpo, Atsushito y yo, estaremos justo detrás de ustedes mientras dan su paseo. ¿Está bien? Mami no te dejará solito.

— Papá esh muy malo. Ñunca me quisho, nomás a sushi. Sushi me pieshta sus juguetesh poyque papá dió muchos y a mí uno. Papá me pyashtó conda muada. Papá mucho miedo.

Sollozaba.

Chūya... También rompió el llanto.

ENAMORADO DE UN IDIOTAWhere stories live. Discover now