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De soft a Limonada.

Chūya estaba sorprendido.
Había estado pensando en esa declaración de parte de Dazai de hace dos días. ¿Dazai tiene dos bebés? ¿Cuándo y con quién? ¿Quién era el padre? Estaba intrigado.

Para su mala suerte, ni siquiera sabía la ubicación actual del lugar donde Dazai vivía, como para ir a visitarlo. Sólo le quedaba esperar para volver a verlo e interrogar todas sus dudas.

Su suerte estaba de su lado.

Se encontró a Dazai en un centro comercial donde él también hacía las compras para la Port Mafia. Llamaba su atención ese par de hermosos niños que acompañaban a su ex pareja de Soukoku.

Decidió acercarse a propósito.

— Vaya, así que este par son tus hijos. Nada mal, Dazai. Aún no entiendo cómo pudiste pasar desaparecibo con el primer embarazo. ¿Quién es el padre de los niños? ¿Acaso soy yo?

Preguntó intrigado, acercándose a Ryūnosuke y acariciando su cabellera.

Ryū se asustó y corrió hacia Dazai, aferrándose a una de sus piernas, mientras sus ojos derramaban lágrimas tan pronto en que miró al desconocido.

— ¡Mami!

Recargaba su carita en el pantalón del castaño, evitando ver al joven del sombrero.

— Tranquilo, Ryū. Sólo es Chūya, un viejo amigo.

Dijo para tranquilizarlo. Levantó al bebé azabache en brazos y lo subió en el carrito de supermercado, mientras que a Atsushi lo traía sobre el mismo pero en el asiento, por ser el menor.

— Chūya, lo que tiene que ver con mis niños no tiene nada que ver contigo. Simplemente soy madre de los dos, los amo por igual, el padre es lo de menos, no lo necesito. ¿Hay algo malo con que esté soltero y tenga hijos?

Respondió serio. Subía al carrito avena, leche en polvo, cereales, galletas, biberones nuevos para ambos, pañales de dos etapas distintas, y algunas papillas y jugos naturales para los niños.

Para él sólo tomaba lo básico y pocas cosas. Debía saber administrar su dinero y que nada les faltara nunca a Ryū y Atsushi.

— Es posible que... ¿Sean mis hijos?

Miraba al carrito, en especial al bebé albino que le sonreía tierno y sin ningún miedo.

Atsushi agitaba su sonaja de tigre armando un algarabía. El chico del sombrero le había agradado, y quería simpatizar con él.

— Chūya, no... Lo que ocurrió aquellas veces no dió ningún fruto. Ryū y Atsushi son hijos de alguien más...

— ¡Que simpático, mocoso! ¡Hola, bebé! ¿Te agrado?

El pelirrojo se acercó al niño menor, pellizcando ligeramente sus mejillas mientras Atsushi se mantenía contento. Dazai se ruborizó sin ser notado por el mafioso.

— Chūya, ¿No dijiste que odiabas a los niños por ser ruidosos?

Dijo serio.

— Si son de alguien más, podrían agradarme... Pero si son míos, los odiaría por llorones. Nunca me casaré ni tendré hijos con nadie, Dazai. Prefiero adoptar perros callejeros.

No había remedio. Chūya nunca aceptaría la posibilidad de procrear con Dazai por más que lo ame en su interior. No lo aceptaría.

Dazai había regresado a casa con su par de criaturas muy contentos después de las compras.

ENAMORADO DE UN IDIOTAUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum