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Una vez que Chūya se había ido, Dazai se daba un baño lo más rápido posible para regresar con sus niños.
De nuevo, el clima les traía una gran tormenta que empezaba a manifestarse con fuertes vientos y sonidos que asustaban a Dazai.

Ryū y Atsushi jugaban con los juguetes sobre la cama mientras Dazai volvía. Aún no había truenos, por lo que estaban tranquilos.

El bebé azabache se entretenía con su único juguete, y el primero que su papá Chūya, como él le llamaba, le había regalado.
Lo rodaba por arriba de su almohada y hacía soniditos de coche en imitación.

— Vamosh de pasheo. ¡Múshica! ¡Shii! Hmm.... ¿Cuál múshica?

Hablaba a sí mismo, como si hubiese personas imaginarias dentro del coche.
Miraba los cuatro coches de juguete más grandes y lujosos que Atsushi tenía a su alrededor. Llamaban si atención, quería tomarlos, pero sabía que no eran suyos y que quizás, el bebé albino lloraría por ello.

Un gesto de tristeza se dibujó en su rostro, en especial en su boquita y ojos. Sus lágrimas salieron, al mismo tiempo en que salió Dazai de su baño y notó lo ocurrido.

— Ryū. ¿Qué sucede, amor? ¿Por qué lloras? ¿Te lastimó Sushito?

Tomó cuidadosamente a Ryū en sus brazos y recargó su cabeza en uno de sus hombros, palmeando su espalda.

— Sushi tiene mu-chosh juguetesh.

Sollozó.

— Entonces jueguen juntos.

— Papi me compió uno a mí. A Sushi muchosh. Papi quielle mash a Sushi. Papi dechime que mami juntó deda bashuda... 

Dazai no pudo evitar sus lágrimas. Abrazó con fuerza al azabache, y acarició su cabellera. Pronto, lo separó de él y lo acunó en sus brazos, besando su frente con cariño.

— Ryūnosuke... Es cruel pero, tienes que saberlo.

Ni siquiera entendía cómo es que un niño de tres años se diera cuenta de muchas cosas. Ryū era bastante listo a su corta edad, incluso para armas palabras y decirlas.

— Mami no te juntó de la basura, Ryū. Tú eres hijo de mami, y mami también es tu papi. Chūya no es tu papá, sólo es papá de Sushito. A veces, los que no son papás no quieren mucho a los que no son sus hijos, Ryū. Pero eso no nos debe importar, ¿Está bien? Yo te amo, eres mi vida, mi tesorito, Ryū, y nunca te fallaré. Si Chūya no te acepta, no llores por favor, que yo sí te compraré todos los juguetes que quieras cuando tenga dinero. Y siempre te amaré. No me importa tu origen, eres mi hijo.

Ryū se había estado sujetando de la camiseta de Dazai, lo escuchó todo, comprendió la mayoría de las cosas, "Chūya no es su papá y por eso quería más a Atsushi". Lentamente cerraba sus ojitos hasta quedarse dormido.

"No entiendo cómo es que existen personas tan crueles capaces de abandonar a tan hermoso niño recién nacido. Eres muy afortunado, Ryū. Lloraste en el momento preciso en el que yo pude oírte y salvar tu preciosa vida. Eres mi orgullo, bebé. No puedo no amarte".

Pensó.

Hizo un espacio, y recostó al dormido Ryūnosuke sobre la cama, siendo delicado. Lo cubrió con su frazada ligera, y besó una de sus mejillas. Limpió sus lágrimas.

Atsushi bostezó.

— Ma-mi...

Tallaba sus ojitos con sus puños, y apenas podía mantenerlos abiertos. Dazai empezó a limpiar el área de juguetes, y los acomodó sobre un mueble, dejando libre la cama para dormir.

Empezaron a oírse los truenos de la tormenta. Por fortuna, Ryū no se despertó, pero Atsushi comenzó a llorar asustado.

— T-Tormenta... Otra vez...

Titubeó nervioso. Levantó a Atsushi en brazos y fue hacia las ventanas para cerrar bien las cortinas y no ver el movimiento de los árboles con el temible viento. Tenía miedo, y los llantos del albino lo hacían sentir más nervioso.

— Mi Sushito, hay que dormir... Dentro de la casa, no nos pasará nada. No es muy segura pero, estaremos bien.

Recostó a Atsushi con cuidado, y se recostó justo al lado de él, dejando a Ryūnosuke del lado de la pared para que no cayera por accidente al suelo, y Atsushi en medio.

El estruendo de un rayo, complicaba la situación. Dazai respiraba profundo para tranquilizarse, estaba temblando ligeramente.

Atsushi no perdió el tiempo, ya se estaba alimentando de él, lo más acurrucado posible por miedo a la tormenta.

Ryū despertó con el estruendo de antes.

— ¡Mami! ¡¿Tomenta?! ¡¿D-Dayos?!

— Así es, Ryū. Pero no temas, estamos juntos los tres. Todo estará bien.

En ese momento, alguien entró a su casa y por ende, a la habitación...

Dazai iba a levantarse cuando...

— No te levantes, hijo. Sé que le temes a las tormentas y vine a acompañarlos toda la noche. Traje mi futón.

Era Mori. El castaño sintió un gran alivio al tener a su padre maternal en casa. Ryū sintió ese alivio también. Si bien, con Dazai los niños se sentían seguros, con alguien mucho mayor su seguridad aumentaba.

— ¡Abelito, shii! ¿Domii con noshotos?

— Claro que sí, Ryū-kun. Ahora, duerman tranquilos. El abuelo se quedará a cuidarlos. Por cierto, hijo. Tu padre... Se enteró de tu existencia y quiere conocerte mañana.






Literal, lloré mucho pero, amo esto!

ENAMORADO DE UN IDIOTAWhere stories live. Discover now