03

1.5K 195 192
                                    

Después de regresar a casa, Chūya había sentido la necesidad de quedarse más tiempo acompañando al chico que amaba y ayudándole a cuidar a sus niños, aunque no quisiera demostrarlo.

El castaño amamantaba a su pequeño Atsushi mientras éste poco a poco se quedaba dormido, acurrucado entre el pecho plano y los cobertores suaves cerca de su progenitor.

— Eso es asqueroso, Dazai. No sé cómo el mocoso puede beber de esa leche.

Opinó Chūya, mientras ponía un pañal a Ryū, mal abrochado y con toda dificultad, por primera vez.

— No sabes nada, Chūya. Esto nutrirá a tu hijo, a mi bebé Sushito. Será un niño fuerte cuando sea más grande, y no se quedará"Chibi" como tú. Lastimosamente Ryū no tuvo la misma suerte, pero hice lo posible con leche preparada para darle sus nutrientes necesarios.

Respondió serio, notando que Atsushi ya se había quedado dormido y así, poder retirar su pezón de la boquita del niño.

— Ya, ya, duerme bien.

Murmuró con ternura, levantándose de la cama, finalmente y con cuidado.

— Bastardo, ¿por qué insistes en que tus hijos se críen como míos? Sabes que no me gustan los niños y que jamás tendría. ¡Mucho menos contigo!

Se quejó, dejando a Ryūnosuke con un mal abrochado pañal que al ponerse de pie, se le cayó a sus piernitas.

— Mamá...

Musitó el azabache, con lágrimas en sus ojos. Dazai tuvo que ir a auxiliarlo. Recostó de nueva cuenta a Ryū, y le puso un poco de talco para bebé, para luego acomodar y abrochar bien su pañal.

— Listo. En verdad eres un inútil en este tipo de cosas, Chūya. Como padre, fracasas.

Comentó Dazai con decepción. En definitiva, Chūya no sería un buen padre para sus dos hijos.

— Eso es porque no sueño con ser padre, y no me importa.

Contestó molesto. Se quedaba mirando al niño dormir. Le parecía tierno y adorable. Sus bracitos estirados, al igual que sus piernas. Sus mejillas rosadas y ese cabello gris tan suave. Sonrió.

— Vaya, sonreíste.

— ¡¡No es así!!

— Lo hiciste. Dime, Chūya. ¿Te agrada mi Atsushi-kun.

El de sombrero se sonrojó. Sacó de un bolso que traía, un perro de peluche bastante suave, y lo colocó sobre la pancita de Atsushi, sin despertarlo.

— Él fue simpático conmigo en el centro comercial. Así que, quiero darle esto. Aunque no debería ser yo el que le esté comprando cosas. Para eso, debería servir el estúpido que te fabricó a los mocosos. Acostarte con otros que no sea yo, te hace ver un cualquiera.

Dijo Chūya, Dazai frunció el ceño y empujó hacia la pared de manera brusca. Estaba molesto por la manera en que el pelirrojo hablaba de él.

— No hables, Chūya.

— Defendiendo a tu amante. Eres una momia detestable. A veces, me das asco. ¿Acaso te prostituyes?

Añadió Chūya, recibiendo al instante una cachetada de parte del más alto, quien lo miraba con dolor y furia a la vez.

— Lo que pase en mi vida no debe de importarte. ¿Quién vino anoche muy urgido a meterme su asqueroso pene? Eres estúpido, incluso con tantas indirectas no lo captas. El único con quién me he acostado es contigo y con nadie más. Me encontré a Ryū recién nacido en el basurero, en nuestra primera noche de sexo, hace tres años. Un año más tarde, me dejaste embarazado. Y ahora tengo dos hermosos hijos que Chūya no supo aprovechar.

Se alejó un poco.

— Si vas seguir humillándome y hablando tan mal de mí, es mejor que no nos veamos jamás, Chūya. Ahora vete, y no vuelvas a aparecerte en mi vida. Ni yo ni mis hijos te necesitamos. Sólo mira lo bien que lo he hecho hasta ahora. Los niños están contentos conmigo.

Chūya había regresado a casa. En su camino no podía dejar pensar en todas esas palabras. Lastimó al chico del que está secretamente enamorado, le dijo cosas terribles, desaprovechó muchas veces la oportunidad de acercarse más a él como pareja, y sobretodo...

— ¿T-Tengo un hijo? ¿Atsushi-kun es mi hijo?

Se quitó el sombrero para asimilar mejor la situación. No comprendía porqué Dazai no se lo había dicho antes, aunque todo era por su actitud. Él siempre se alejó de sus oportunidades, nunca dijo un buen comentario hacia los niños... Y su gran error, no confesar sus verdaderos sentimientos. Se arrepentía, pero quizás era demasiado tarde, aunque haría varios esfuerzos por arreglar las cosas.

— Que estúpido. Odio a los niños pero Atsushi... Es especial... Es mi bebé, es mi angelito, cómo pude ser tan terrible... Él me sonrió en el centro comercial, le agradé, y yo sólo... Hablé mal de su mami y le compré un peluche que quizás Dazai aparte de su lado.

Estaba destinado a no dormir.

Había una tormenta eléctrica. Dazai optó por dormir en la habitación de los niños para cuidarlos, pues le tenían mucho miedo a los truenos y relámpagos.

Ryūnosuke había llorado por el susto, muy aferrado del castaño.

— Tranquilo, mi amor. Estamos dentro de casa, nada malo pasará. Estoy contigo, y Sushito también está aquí. Juntos los tres vamos a vivir muchos años y enfrentaremos muchas cosas. Mami no los abandonará.

Besó la frente del azabache, y lo siguió abrazando, ya recostado en el futón.

Atsushi, por su parte, seguía durmiendo. Ni siquiera notó la tormenta.

— Mami, ¿dosh tuenos no she meten a da casha?

Preguntó preocupado.

— Claro que no. Estamos a salvo a aquí. Ahora, a dormir.

Empezó a acariciar la cabellera y cabeza de Ryū, para causarle sueño.

— Shi me dueemo, ¿she van a ii dosh tuenos y da lluvia?

— Claro que sí. Y aquí estaré yo, con ustedes. Puedes dormir tranquilo, yo no le temo a estas cosas.

Con los minutos, la tormenta parecía el fin del mundo. Las ventanas crujían con el estruendo de los rayos, había demasiado viento también. Dazai estaba demasiado asustado, pero debía fingir ser valiente y no demostrar ese miedo frente a los niños.

— T-Todo sea por mis dos bendiciones...

Dijo a sí mismo. Se dispuso a dormir, cubriendo sus orejas con una almohada.

ENAMORADO DE UN IDIOTAOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz