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UNO: La Doctora Oldhart

-Arden-

18 de septiembre, actualidad

Centro Médico Winther

El sonido de las agujas del reloj inundó mi mente. Me absorbió e invadió la molesta al escucharlo. No quería estar allí, sentada en aquella incómoda silla de plástico, rodeada de paredes blancas, vacías y con las ventanas de doble cristal cerradas con barrotes.

Mi madre pataleaba el suelo nerviosa mientras leía un folleto que había encima de la mesa de la doctora Oldhart. Estábamos acostumbradas a ir a aquella consulta cada miércoles, pero cada vez era más pesado, más irritante.

—No deberíamos estar aquí—hablé rompiendo la sintonía del silencio.

Escuché un gruñido de reproche por su parte. No había dejado de ojear el folleto cuando contestó:

—Si no hubieras dejado de tomar tu medicación no estaríamos aquí.

—Si no me controlaras tanto no habrías descubierto que no me tomo la medicación y, efectivamente, no estaríamos aquí—rebatí sin cambiar el tono en ningún momento—A lo mejor si la hubiera tirado en vez de guardarla no me habrías pillado.

Estaba acostumbrada a la constante atención en mi familia. Lo entendía pero me molestaba. Sabía perfectamente que mi caso era especial y que necesitaba tratamiento, pero a veces tanta atención me alteraba a niveles inexplicables. Cada vez que intentaba evitar mi trastorno la ansiedad aumentaba, y tenía pensamientos bastante desagradables.

—No te atrevas a echarme la culpa, Arden—dijo resoplando por lo bajo. Al fin dejó el folleto y centró toda su atención en mí—He tenido que dejar a Rossie al cuidado de Roy.

Me alcé de hombros.

—Fue él el que quiso cuidarla.

—¡Tenía entrenamiento!—dijo desesperada.

—¡Yo no te pedí que viniéramos!—dije a su vez—Tenemos cita solo los miércoles, has sido tú la que me ha obligado.

«Respira, Arden, cálmate. Es tu madre, ella te quiere» pensé.

«Intenta manipularte. Toda tu familia lo hace. No te quieren»

—No voy a soportar otra de tus crisis psicóticas solo porque no te tomes la maldita medicación—dijo con decepción.

No me afectó.

«Compórtate como la adulta que eres»

—Soy consciente de lo que hago, mamá—dije cambiando totalmente el tono, irguiendo la espalda y corrigiendo mi postura.

El reloj resonó cuando marcó las seis en punto.

—Ya hablaremos en casa—fue lo único que dijo antes de volver a coger el folleto y releerlo por centésima vez.

Estaba harta de estar allí y solo habíamos estado esperando unos cinco minutos. Me aburría, quería irme, quería coger una cajetilla de cigarrillos y escapar. Quería huir pero ni yo misma me dejaba hacerlo.

Era un desastre para la sociedad, sin embargo, era tan narcisista como para creerme superior a todos ellos.

El sonido lejano de unos tacones resonó por toda la habitación. Al tener la puerta entre abierta supimos que alguien se acercaba. Chirrió al abrirse y por ella entró la doctora Oldhart con su ya acostumbrada bata blanca acompañada de su falda de tubo hasta por debajo de las rodillas con un pequeño corte vertical en la parte de atrás. Su perfecto moño deshecho y sus gafas de gato resaltaban en ella.

Divina Obsesión ©Where stories live. Discover now