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SEIS: Joey

-Arden-

Miércoles.

¿Qué significaba?

En efecto, aquel día tocaba otra consulta con la doctora Oldhart. No tenía ganas de verla, ella había sido una de las que me había mentido u ocultado información con el tema de las desapariciones que habían habido en Ronway Village, casualmente solo internos del centro Winther.

Me encontraba sentada en uno de los sillones de la sala de mi casa, estaba vestida completamente de negro a excepción de las botas, las cuales eran azules. Estaba esperando a Joey, él me llevaría al centro porque mi madre tenía que llevar a Rossie al instituto y me negaba a ir con Roy al Winther.

«Estás muy callada, Arden»

Me mantuve en silencio intentando ignorar a la voz dentro de mi cabeza.

Me estaba atormentando desde que había tomado el control al completo la otra noche. Nunca me había pasado algo así, al menos no siendo yo consciente. Por una parte me sentía indefensa, porque toda la seguridad y la maldad que creía tener eran en realidad causa suya y me daba cuenta de que mi yo verdadero, la Arden de verdad no era así. Nadie en casa descubrió mi salida nocturna—de lo cual estaba agradecida—, pero seguía sin saber cómo tomó el control, llegaba a entender aquellos momentos de amnesia que alguna vez había tenido, siempre fue ella.

—¿Lista?—preguntó Joey bajando el último peldaño de las escaleras.

Me levanté al escucharle y no le contesté, solo asentí con la cabeza.

Los dos caminamos hacia el garaje y nos metimos en el coche rojo de mi madre. Rápidamente encendió el motor y la radio y pronto salimos de la casa.

—¿Todo bien?—preguntó rompiendo el silencio que reinaba en el vehículo quitando de la melodía que sonaba en la radio.

Miré por la ventana ausente. Si alguien se llegara a enterar de lo que sucedió descubrirían una debilidad en mí, y eso no podía suceder.

—Todo perfecto—contesté con cautela.

«¿Acaso tienes miedo?»

«Siempre tengo que ser yo la que lleva las riendas»

«Eres una niña indefensa, Arden»

«Espabila»

Cerré los ojos de golpe intentando callar su voz en mi mente. No me dolían sus palabras, pero era un estorbo tenerla siempre ahí. Aunque misteriosamente cuando me encontraba con aquel chico ella desaparecía.

—Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea. Tengo una mente más abierta que la de tu madre y tu hermano—dijo girando el volante.

Salimos de nuestro barrio.

—Lo sé—dije rodando los ojos—aunque cualquier persona de este mundo tiene la mente más abierta que ellos.

De reojo vi como Joey alzaba su labio de lado. Él siempre fue bueno conmigo, pero a mi padre nunca la cayó bien. Debía admitir que Joey era el que menos dolor de cabeza me generaba en aquella familia.

—Es verdad—rió—Pero, en serio, aunque no lo parezca somos una familia. Me gustaría solucionar todos estos problemas y que convivamos en paz y armonía entre todos.

Aquella vez la que se rió fui yo.

Solté una carcajada tras otra, incluso me tuve que apretar la barriga.

Divina Obsesión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora