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Ocho: Esla Riggs

-Arden-

Caminaba con paso decidido. Lo bueno de aquel pub era que por el día era un simple bar al que solían ir todos los pescadores del pueblo a comer. Deseaba que mi padre tuviera razón y que Bob me contara todo sobre ella.

<<Te estás ablandando>>

Cállate.

Entré en la calle donde estaba situado el Forty's. Rápidamente vi el aparcamiento con algunos coches desalineados y algo oxidados. Pasé el caminito de césped, donde la última vez que estuve hablé con el chico "sin nombre", abrí la puerta de la derecha y entré en el bar. No estaba muy lleno, había unas cuatro o cinco mesas ocupadas, y en la barra un hombre bebiéndose una cerveza.

Busqué con la mirada al viejo Bob, todo el pueblo le conocía, era el pescador más famoso, ganaba todos los concursos de pesca a los que se presentaba. Mi padre y él habían sido amigos desde siempre, prácticamente. Antes de toda la tragedia que era mi vida, solíamos ir de pesca con él y su familia. Tuve la suerte de encontrarlo en una mesa, al fondo, dándole un bocado a su hamburguesa repleta de queso. Pude observar su famoso sombrero beige con un lacito blanco a su costado, su chaleco verde con anzuelos y cuerdas colgadas y su bigote deshecho y blanco empapado de su refresco.

Me acerqué.

—Hola—saludé.

Me daba igual si quería comer tranquilo, íbamos a hablar quisiera o no.

—¿Quién eres?

—Vaya, me ofendes—ironicé—seguro que te ha llamado mi padre, así que no actúes.

Escuché su risa ronca.

—No cambias, eh, pequeña Fisher.

Hice una mueca intentando formular una sonrisa.

—Tu padre me ha dicho que querías hablar conmigo, pero no me ha dicho nada—explicó—Cuéntame.

Extendió su brazo ofreciéndome asiento frente a él. Me senté y a los pocos segundos se acercó un chico que podría tener perfectamente mi edad, con una sonrisa de oreja a oreja y un delantal sobre su cintura de color azul.

—Bienvenida al Forty's, ¿Qué te pongo?

—Nada—me apresuré a decir.

Bob me miró y levantó una ceja.

—Trae dos batidos de chocolate negro con nata, déjalo a mi cuenta.

El chico asintió con la cabeza y desapareció de allí.

—No quería nada, Bob.

—Bueno, pues más para mí.

Rodé los ojos.

—¿Quién mató a Danielle Tormes? —pregunté directa al grano.

—Sin vaselina, ¿Eh? —murmuró acomodándose en su asiento—Si has venido por eso, no te molestes en volver a preguntar.

—¿Quién la mató? —no le hice caso.

—Mira, te puedo hablar todo lo que quieras sobre ella, menos eso. No a ti.

Me crucé de brazos.

—Y, ¿Se puede saber por qué?

Negó con la cabeza y no formuló ninguna otra palabra.

—Bob, lo necesito. Nadie me lo cuenta y ahora que vuelvo a ser yo tengo que saberlo, antes de que pierda el conocimiento de nuevo.

—¿De qué hablas?

Divina Obsesión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora