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CINCO: Laurah / Arden

El reflejo me miraba desafiante, con una sonrisa que parecía sacada del mismísimo infierno. Me encontraba retocándome la sombra de ojos color negra y la peluca rubia que adornaba mi cabeza. Mis caderas se movían lentamente al ritmo de la música que se colaba por la rendija de la puerta del baño. Estaba sola, solo entraba alguna chica de vez en cuando y se encerraba en un lavabo.

Cuando me miré por última vez supe que ya estaba lista para volver a la pista. Salí del baño y busqué a la gente con la que había venido. A penas podía caminar sin chocar a cada paso con alguien, estaba lleno de personas bailando y bebiendo como orangutanes. La música subió de tono y todos comenzaron a gritar a su son.

Rodé los ojos.

El Forty's era el único pub del pueblo donde la gente podía venir a bailar y a beber sin estar rodeado de menores de edad brincando como cabras y drogándose por todos los lados.

Llegué hasta una zona separada de la pista de baile, ahí había tres personas, pero la que me interesaba estaba más separada de las otras dos.

—¡Laurah!—me llamó la rubia despampanante—¡Ven, siéntate antes de que vuelva Joss!

Me senté a su lado y me adelanté a coger mi vaso con vodka que ella me había estado guardando.

—El lavabo da asco—me quejé.

—Lo curioso sería que no lo diese.

Reí ante su comentario y negué con la cabeza.

—¡Saquémonos una foto!—gritó una de las chicas que venía con nosotras.

Resoplé.

—Layla—llamé a la rubia de mi lado cuando se levantó—Ya basta de fotos, nos hemos hecho cientos.

—¡No le hagas caso!—volvió a decir la otra chica—Vamos, ven.

Layla me cogió de la mano y me obligó a ponerme a su lado para que saliera en la fotografía, sentí sus brazos recorrer mis caderas y sonreí de lado con malicia. No me gustaban las fotos, me irritaban muchas cosas y esa era una de ellas.

El flash del teléfono nos cegó por un segundo, y luego los cuatro nos apartamos de allí volviendo a nuestros sitios.

—¡Os la mando!

—Sabes, Laurah, hay un chico allí que no deja de mirarte—me habló Layla al oído señalándome con la cabeza hacia la derecha.

Miré en su dirección pero no había ningún chico mirando hacia nosotras así que alcé los hombros.

—Es comprensible que no me quiten el ojo de encima, es decir, ¿Tú me has visto?—dije con arrogancia.

Llevaba un vestido negro pegado a mi cuerpo, era corto y brillante y cubría lo justo y necesario. Acompañando al vestido llevaba unos tacones de aguja negros con la suela roja y un pequeño lazo delante. A conjunto con la ropa llevaba la sombra de ojos y para contrastar pinté mis labios de rojo. Lo que más resaltaba era mi peluca rubia.

—Siempre tan arrogante—murmuró Layla ocultando una pequeña sonrisa.

—Es la verdad—levanté las cejas y volví a beber otro trago.

La música volvió a cambiar y comenzó a sonar una canción más rápida y fiestera. Nuestra amiga se levantó corriendo y cogió la mano de su pareja para ir a bailar. Miré a Layla y ella me miró a mí, entrecerró los ojos y yo sonreí.

Divina Obsesión ©Where stories live. Discover now