3

100 15 1
                                    


TRES: Centro Médico Winther

-Arden-

Caminaba relajada por la calle. La brisa nocturna rozaba mi rostro, lo acariciaba y se fundía en mi anatomía. Era curioso, en mi propia casa me sentía atrapada, como un pajarito en su jaula, como un león atrapado en el zoo donde las presas van a visitarlo día tras día.

El Winther no estaba muy lejos, pero era preferible ir en vehículo. Llevaba varios minutos andando, tal vez media hora. Los setos de la entrada se comenzaban a ver. La poca luz de las farolas iluminaba la fachada blanca y triste. Hacía algo de frío.

Subí las tres escaleras que daban a la entrada, pasé por delante de una fuente redonda, sin agua y llena de hongos verdes, con una estatua de un hombre boca abajo sujetado por una cuerda en los pies, era curioso. Al fin llegué a la entrada del centro y me encontré con una recepcionista que no había reparado en mi presencia, pues estaba centrada en las teclas de su ordenador.

—Hola—murmuré llamando su atención.

La mujer alzó la mirada en mi dirección, se sobresaltó. Era una mujer de mayor edad, las arrugas se llegaban a distinguir en su rostro cansado. Su tez morena contrastaba con el blanco de su pelo y sus gafas de gato de color morado con lunares amarillos. En su suéter ponía su nombre bordado, Mary.

—¡Buenas noches, señorita! ¿Desea algo?—preguntó cerrando la libreta y apartando la pantalla del ordenador.

Asentí con la cabeza.

—Estoy buscando a alguien—dije.

—¿Puede identificarse?—volvió a preguntar. Levanté las cejas en su dirección entonces ella alzó las manos abriendo los ojos —es solo el protocolo.

Torcí el labio con una mueca.

—Arden Fisher. Estaré registrada por ahí.

Buscó en una lista mi nombre y apellido. Pareció encontrarlo cuando apuntó algo al lado y volvió a mirarme.

—¿Qué?

—Usted no debería estar aquí, pone que sus consultas son los miércoles y hoy ha hecho una visita exprés.

Fruncí el ceño.

—¿No se supone que cuánto más venga mejor para mi salud mental?—pregunté extrañada —de todas formas solo estoy buscando a la doctora Oldhart. Ella siempre me ayuda.

—Verá, señorita Fisher, no es por usted, pero es mejor que las visitas de los pacientes sean con menos regularidad, al menos de los que no están internos.

Me crucé de brazos comenzando a desesperarme. Quería caminar por los tenebrosos y oscuros pasillos en busca de aquel chico. En busca de, como diría el imbécil de mi hermano, mi nueva presa.

—¿Y eso por qué?

—Estas últimas semanas estamos teniendo pequeños atentados en el centro. Son cosas pequeñas como pintadas en las fachadas, pero la policía está siguiendo una pista que afirma que quieren sacar a los internos, no me han querido contar mucho, pero estoy aterrorizada porque por la noche no es muy seguro estar por aquí.

Rodé los ojos.

No me interesaba, como si se incendiara el centro. Me era indiferente.

—Mary—leí en su suéter —Me da igual, te he preguntado por la doctora Oldhart. No me cuentes largas y dime donde está.

Se me quedó mirando con la boca abierta.

—El turno de Anna terminó hace un par de horas, así que no debería estar en el centro ahora.

Divina Obsesión ©Where stories live. Discover now