Días amarillos

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    Cuando mi mamá había muerto había caído en un interminable ciclo de sufrimiento y decepción, el oxígeno era tan pesado que parecía que respiraba tierra por mis narices como una aspiradora. Tenía poco más de diez años y vivía en Buenos Aires para aquel entonces. Si pudiese escoger un lugar para estar esos días hubiese preferido en la capital venezolana, donde se encontraban mis abuelos. Mi mamá está allá... Bajo tierra. 

      En estos momentos no hay nada que desee más que estar con ella, hablarle. O en el mejor de los casos, conversar con su lápida; fría y rodeada de rosas. Al menos la sentiría más cerca. No es que no sienta su presencia y esas cosas... Pero hace un tiempo en que he deducido que eso sobre "auras o espíritus" son solo un consuelo que se inventó algún listo para no sufrir tanto una pérdida. 

     Diciembre y enero no pasaron tan rápido como yo quisiese. Cuando quieres que el tiempo vaya rápido, este simplemente se detiene. Y cuando quieres que el tiempo transcurra lento, parece que vuela. Es como si el tiempo fuese cruel y dictador. Nos obliga a que apreciemos todo lo que gozamos en el presente. Porque puede que ocurra muy rápido y simplemente se esfume.  

     Puede que desaparezca. 

    Mi padre y Julianne están cada vez más contentos por su compromiso. Falta casi un mes para su boda. No tolero ver la cara triunfadora de la arribista ¿Pero qué podría hacer yo? Una vez escuché una discusión entre ellos. Juro por Dios que no desee tanto que dos personas terminaran como aquella ocasión. Pero al día siguiente ella se paseó por aquí y trajo consigo un montón de presentes y disculpas... Eso significa que ella cometió un error. Un error, como estar con mi padre.

    Mel y su novio pasaron juntos la noche del baile, y parte del día siguiente. Cuando llegó tarde a su casa golpeó mi ventana con ramas y rocas pequeñas diciendo un "Oh Matt, te debo la vida".  De hecho, según sus últimos tweets, saldrá con él esta noche. No quiero stalkearla, pero vamos... Todo mundo hace eso cuando está o enamorado o dolido. Yo todavía no sé en qué categoría estoy. 

     ¿Te cuento algo curioso? hoy estoy vestido de amarillo. Como aquellos días. También escribo con una fea lapicera color amarilla. No un amarillo canario, sino más bien uno apagado. Hasta el amarillo se ve triste. 

    Esto es solo una teoría, porque no quiero sonar tan demente como para decir que hasta los colores se entristecen. Pero este es el punto... Hasta el amarillo, repleto de vida y felicidad luce afligido. 

     La última vez que vi a mi mamá  con vida llevaba una blusa amarilla, cuando los traumas del accidente le había llevado gran parte de su esencia. El día que murió también llevaba una prenda amarilla... Desde ese entonces decidí vestir de amarillo cuando estuviese triste, cuando quiero tenerla cerca. Entender su dolor. 

     Dolor... No hay nada que teme más que al dolor, pero como dijo John Green en Bajo la Misma Estrella 

    Sin dolor, ¿Cómo conoceríamos el placer? 

    Supongo que es cuestión de contrastes... No pudiésemos hablar de la injusticia si no supiésemos lo que es justo... No podemos hablar de lo feo sino conocemos lo bello... No podemos hablar de placer si antes no hemos experimentado el dolor. 

     Pero la cuestión es que ya estoy cansado de experimentar estos días dolorosos, estos días amarillos. Quisiera lanzar el lado y avanzar varias casillas arriba. Adelantarme. 

    Pero no eso no es posible. 

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Acá les dejo una fotografía de Nora. :') 

El cuaderno de MattWhere stories live. Discover now