De la obra "Obsesión"

36 6 7
                                    

Obra: Obsesión
Escrita por: sakurasumereiro

ADVERTENCIA: este apartado podría contener comentarios por los cuales RetroWP recomienda la lectura previa de la historia.

Felizmente continuamos con la presencia de nuestra amiga Lauradadacuentista quien ahora desea hacerle algunas preguntas a un personaje que ha inquietado a más de unx en el staff. «Debemos confesar que esta entrevista nos emociona», susurró uno de los DirectiBots, más habituado a trabajar con tiburones empresariales que con seres sobrenaturales.

En donde Zadquiel  se encontraba fue difícil recibir el mensaje o mejor dicho las preguntas, sin embargo, representaba una manera de poder explicar, de comprender, quizás su propio actuar; de hallar una respuesta al enigma que él era, incluso para sí mismo.

—¿Cuáles son tus orígenes? —pregunta Laura.

Los ojos dorados como el fuego se posaron en la lejana oscuridad antes de hablar:

—¿Mis orígenes? No puedo hablarte de eso, continuará en el misterio, aunque si lees mi historia tal vez halles una respuesta, quizás no te satisfaga del todo, pero es cuanto puedo decir sobre mí —responde Zadquiel.

—¿Desde cuándo te sentiste atraído por Lorenzo? ¿Hubo algún detalle concreto que te conquistó? —prosigue nuestra amiga.

—En cuanto a Lorenzo... Tenía una misión, destruirlo. Y ya ves como salió. — Una carcajada amarga resuena en el vacío espacio donde se encuentra—. ¿Crees que él fue mi perdición? ¡No! Fui yo quien lo arrastró hasta acá.

» Mi misión, como ya sabes, era destruirlo. Mis compañeros lo habían perseguido por toda Europa sin éxito. Supongo que cansado de huir fue a vivir al nuevo mundo, como si allí no pudiéramos alcanzarle. Me encomendaron entonces que sería yo el encargado de acabar con su existencia. —Su mirada se torna lánguida, se acaricia el cuello como si pudiera tocar algo que ya no está—. Y me dieron el rosario.

»Creí que tendría que cazarlo por toda la provincia, pero no fue así, él acudió a mí aquella mañana de 1809 y selló nuestro destino. Al terminar de oficiar la misa lo vi sentado en la primera banca de la Catedral. Sus ojos oscuros absortos, intensos, fijos en mí. Nunca nadie me había visto de esa manera. No lo niego, ya no tiene sentido hacerlo, algo en mi pecho se removió, algo tembló en mi interior, una agitación hasta entonces desconocida.

»Cada mañana él acudía sin falta a escuchar la misa en la Catedral de Caracas. Se sentaba de primero, se arrodillaba, sus labios se movían como si rezara. Sus ojos no se apartaban ni por un momento de mí. Era inquietante.

»Sabía que tenía que actuar, destruirlo, después de todo esa era mi misión, acabar con el vampiro, pero yo no quería. Deseaba que esos ojos oscuros continuaran contemplándome como si yo fuera algo exquisito, como si quisiera devorarme, como nunca antes nadie me había mirado jamás.

»Y entonces ocurrió el temblor.

»En aquella época, en Caracas se corrió la voz de que era un castigo divino porque los criollos querían revelarse contra el yugo español. ¿Sabes qué? Tenían razón, fue un castigo divino, pero no para el pueblo colonizado, sino para mí.

»¿Qué está oculto a los ojos de Dios? Él conoce todos los secretos de nuestro corazón, hasta aquellos ignorados por nosotros mismos. El terremoto de Caracas fue su primera advertencia.

»Me fui, traté de poner en orden mis pensamientos, de mantenerme en la gracia de Dios y creí que lo había logrado, hasta que lo volví a ver. Entonces supe que me atrapó desde el primer momento en que lo vi en esa banca de la Catedral bajo la severa mirada de Cristo crucificado.

El extraño personaje deja salir una exhalación que suena a derrota, sus párpados ocultan parcialmente la mirada ardiente hasta que la fija de nuevo en su interlocutor.

—Aquí el tiempo no pasa, es un bucle perenne. Me he dedicado a reflexionar sobre qué fue lo que me atrajo de él. ¿Crees que fue mi vanidad? ¿El sentirme tan deseado? Una vez lo pensé, ese es nuestro pecado ¿sabes? La arrogancia. Todos han caído por eso. Puedes pensar que me sentía engreído de que él me adorara de tal manera, ya te he explicado que sus ojos me veían como si nada en el mundo fuera mejor que yo. Pero no fue eso.

»He llegado a la conclusión de que mi pecado fue la envidia. Yo quería sentir lo que Lorenzo sentía. Quería amar como él lo hacía, quería experimentar la pasión, ser libre y él me dio eso. Lorenzo, el vampiro, me conquistó sencillamente siendo como él es.

»Y yo lo destruí.

De pronto una lágrima rueda por la pálida mejilla. El condenado no dice nada más, no se despide, solo se aleja hasta que se pierde en la oscuridad.

Zadquiel nos ha dejado con el corazón encogido. Gracias por acompañarnos.

Confesiones de personajesWhere stories live. Discover now