Capítulo 19; Adiós

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El timbre interrumpió a mamá y salió de la enfermería después de darme un corto abrazo, cuando salí detrás de ella vi su espalda alejarse entre la multitud de estudiantes que salían a su receso. Mamá sobresalía entre todos ellos, con su porte elegante y sus altos tacones de aguja —No se parecen —miré detrás de mí al escuchar la voz de Shiro.

—Supongo que no. Porque no suelo entenderla —aunque claramente esta había sido la excepción. Sólo venía a decir adiós, y lo había adornado con palabras bonitas. Pero el dolor era el mismo, con o sin ellas. 

Con su visita sentía que me arrebataba una parte de mi, y no se suponía que fuese así.

Había decidido no luchar por nada que no fuese su trabajo, incluso si se trataba de su hija, no estaba dispuesta. Y no podía comprenderlo. Yo solo podía traducir sus palabras en resentimiento por más que ella se echara la culpa. En el fondo, y aunque no haya querido admitirlo en voz alta, el problema era yo, que había nacido y ella no había sido capaz de convertirse en madre aún cuando lo había intentado. Porque su trabajo y su vida no eran compatibles conmigo. El hecho de que yo haya nacido significa un escombro en su camino que intentaba agregar a su vida como un adorno, pero que no era más que un estorbo.

Y si yo no me hubiese ido de Kioto esto no hubiera pasado, si hubiera sabido que pasaría esto hubiera aguantado. Hubiéramos fingido que todo estaba bien. Yo no hubiera reclamado nada y caería nuevamente en mis propias mentiras piadosas, ignorando con ello todas sus respuestas exageradas de alegría.

Shiro  me rodeó desde mi cuello con sus brazos, apoyando su mentón sobre mi cabeza, dijo —Tranquila...No la necesitas, Himari.

Asentí intentando convencerme —¿Nos vamos juntos? —preguntó.

—Sí.

Cuando finalizó el día Shiro y yo nos fuimos a nuestras casas juntos, aunque se quedó en la mía por un buen tiempo para pasar el rato conmigo. Shiro siempre encontraba palabras para hacerme sentir mejor. Y cuando lo despedí en la puerta de entrada estaba sonriendo sin percatarme de aquello.

Cerré la puerta, mientras papá miraba desde atrás al lado de Inosuke —Creo que fue lo mejor —dije refiriéndome a la despedida de mamá.

—Yo no lo creo, jamás la he perdonado. Pero es tu decisión si decides hacerlo.

—De todas formas, si la perdono o no. Ni siquiera lo sabrá.

Papá frunció el ceño. Ninguno de los dos hablamos más del tema. Antes de que dieran las siete de la tarde le puse la correa a Inosuke para darle su paseo. Mientras caminábamos me solté el cabello, me había hecho una coleta muy tirante y comenzaba a molestarme. Inosuke se detenía a gruñirle a otros perros para espantarlos de su camino siempre, así que no me detenía a reprenderlo. Pero cuando se puso muy inquieto lo tomé en brazos. —¡Vamos! deja de ladrar. 

No hubo caso, Inosuke seguía ladrando y moviendo con brusquedad su cola, miré al perro al que le ladraba y mi sorpresa fue que se trataba de Bakugou que se acercaba a nosotros. Dejé a Inosuke en el suelo para que fuera donde Bakugou, se había encariñado bastante con el. 

—Le agradas mucho a Inosuke, aún cuando eres medio perro. 

—¡¿De qué mierda estás hablando?!   —gritó poniendo sus ojos en blanco, aunque recuperó la compostura rápidamente y se acercó tomando la correa de Inosuke —Te vi llorar afuera de la enfermería. 

Desvié la mirada para que no me intimidara —Shiro dice que me veo muy fea cuando lloro. 

—Tiene razón. Te veías horrible —al menos niégalo, idiota. 

Lo miré cabreada —Okay. Devuélveme a mi perro —dije tomando a Inosuke nuevamente en mis brazos.

—Como quieras, bruja. 

—Bakugou. No quería decirlo, pero supongo que no vale la pena llevarme esto a la tumba. Tu cabello en la mañana se veía tan bien que lloré de envidia. 

Sonreí con la cara desfigurada de Bakugou aguantándose su rabia y corrí de prisa devuelta a casa. Jamás dejaría que me viera llorar de nuevo. No es como se supone que debes mirar a tu rival. Una vez en mi habitación me miré en el espejo. Si me veía bastante mal, comenzaba a arrepentirme de haber asistido a clases así. Aunque supongo que asumirían que era por estudiar a última hora para los exámenes. 

Sea como sea, no volvería a mostrar un lado tan lamentable. Si mis problemas familiares me aplastaban de este modo, ¿cómo podría cargar con situaciones que eran de vida y muerte? Mirko había dicho muy seria un día, "cuando tienes suerte, al principio solo son matones y delincuentes, puedes hasta divertirte con ellos, dejando fuera de esta conversación la moral del héroe. Pero, Himari. Hay ocasiones en las que perdemos una pelea, a una persona, a una vida, a decenas o centenas, justo frente a nuestros ojos después de darlo todo. Y ese momento, es en el que debes estar más fuerte que nunca. Porque se ponen las esperanzas en ti, y si te derrumbas tú, no salvarás a nadie. Ese error, no es fácil superar. Ser consciente de que pasará algún día es la mejor manera de sobreponerte. Porque puede que haya un desastre peor en el futuro, y si apenas puedes con el que tienes al frente, ¿qué harás con el siguiente que se ve peor? fortalecerte, y dejarlo todo como si fuera tu última oportunidad."

Al anochecer me quedé largo rato en el techo de nuestra casa mirando la luna abrazando mis piernas. Meditando largo y tendido los consejos que me había dado Mirko. Sentía que después de las practicas y después de lo ocurrido con mamá yo me había hecho mucho más fuerte. Aunque puede ser sólo una impresión mía, la prueba de fuego serían los exámenes finales. Si lograba aprobar, pese a los problemas, es porque sí había un pequeño cambio en mí. 

Bajé del tejado entrando por la ventana de mi habitación. Entré una última vez al baño antes de dormir lo suficiente para los días siguientes. Estaba decidida a fortalecer mi corazón, pasar tanto tiempo pensando en lo que me ponía mal no iba a arreglar nada más. 

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