Capítulo 4

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Jamás penséis que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja de ser un crimen.
—Ernest Hemingway

FRANCESCA

A la mañana siguiente me despierto un poco antes de que suene la alarma y me pongo mi uniforme lista para ir a la base de la BSGR, los chicos no tardan en estar listos así que todos nos dirigimos para allá en la camioneta. En otro punto de mi vida hubiese estado nerviosa, ahora realmente estoy ansiosa, cada vez estoy mas cerca y eso me enorgullece y a la vez me da un poco de alivio, he sacrificado tanto por esta misión, pero ya no queda nada, atraparé a Dimitri y todo lo que he sacrificado valdrá la pena.

Cuando llegamos a la base enseguida nos llevan a una sala apartada, creí que me llevarían con Sergey, pero no, aquí solo hay un viejo de mierda escoltado por soldados.

—Señor —le dice Giovanni llevándose cuatro dedos a la frente y guardando el pulgar en un saludo militar.

Enseguida nos ponemos firmes e imitamos su acción, si Giovanni le muestra sumisión y respeto siendo un jefe de escuadrón, este tipo debe ser importante.

A lo largo de los años aprendí a cerrar la boca y obedecer, solía ser más rebelde con los superiores de la BSGI pero entre menos respeto mostraba más castigos recibía, con Giovanni nos hicimos amigos pero antes era mucho más duro, aún así en las misiones sigo obedeciéndole en todo lo que manda.

Aún recuerdo cuando llevaba cerca de un año y medio en la BSGI y tuve la brillante idea de ponerme a pelear en el comedor con mi gran pesadilla, el soldado putita como suelo llamarlo, el mismo imbécil que me jodió el día que Giovanni me reclutó y yo estaba esposada.

El imbécil siempre me a hecho la vida imposible, ahora con gran dificultad puedo ignorarlo, pero en un inicio no me contenía y cuando le clavé un cuchillo en la mano en pleno comedor luego de una gran pelea fue cuando sufrí mi primer castigo significativo.

Me encerraron en un bunker maloliente y con ratas durante tres días seguidos, mi único alimento fue agua y pan duro. Joder, si que sufrí esos días, no por estar con ratas, no me dan miedo ni asco, tampoco sufrí por la falta de comida, el mal olor o tener que hacer mis necesidades en una esquina como un perro.

Lo que realmente me marcó fue estar encerrada en absoluta oscuridad, golpeaba una y otra vez las paredes de metal suplicando que me sacaran pero nadie lo hizo, tres días fueron los que pase ahí... en fin, ya son años desde que pasó, lo bueno es que aprendí a cerrar la boca cuando debo y a controlar mi ira.

—Buen día, soldados —dice el viejo.

—Buen día, señor —respondemos todos.

—Pueden romper, tomen asiento.

Asentimos y nos sentamos en las sillas que rodean una mesa de metal.

—Como saben, soy el director de la BSGR —joder, no tenía ni puta idea—. Estoy aquí para presenciar personalmente el interrogatorio del detenido G-12.968, desde la base de Italia me informaron que uno de ustedes encabezará el interrogatorio junto a un compañero.

—Efectivamente señor —responde Giovanni—. La soldado Seis se encargará.

—¿Y ella es? —mira a Sara y a mi intercaladamente.

—¿Permiso para hablar? —pregunto.

—Concedido, soldado —Responde el director.

El permiso se lo pedí a Giovanni que es mi jefe de escuadrón y cuando estamos frente a superiores debo seguir el protocolo, pero si le digo que no le hablaba a él me meteré en problemas así que mejor me lo guardo.

Última Batalla de Roma | [Roma #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora