Capítulo 23

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FRANCESCA

Rozo mis labios con cautela sobre los de Salvatore y comienzo a besarlo de manera lenta. Él me corresponde el beso al mismo ritmo, sin prisa y como si el tiempo se hubiese detenido.

Deslizo una de mis manos de su mejilla a su cuello y con la otra bajo hasta su pecho. Aprovecho que ambos estamos frente a frente en el pasto para subirme a horcajadas sobre él y continuamos el beso.

Por un momento creo que no se moverá, pero luego siento sus manos acariciando el costado de mis muslos y sin ningún pudor las desliza hasta mi trasero manteniéndolas ahí y una oleada de calor recorre la parte baja de mi cuerpo encendiendo el interruptor adecuado.

Intensificamos el beso haciendo uso de nuestras lenguas dejando atrás lo tierno para pasar a devorarnos el uno al otro. Salvatore me da un apretón firme y me vuelvo gelatina al sentir sus dedos presionándome la piel por sobre mis pantalones.

Comienzo a bajar lentamente la mano que hasta ahora mantenía en su pecho llegando al borde de su camisa y luego la paso por debajo de esta acariciando su abdomen. Su piel se siente caliente, pero estoy segura que no es lo único que arde en este lugar.

Quiero quitarle la camiseta, pero él no coopera subiendo los brazos ya que sus manos no se despegan de mi y me hace más difícil el trabajo, pero no imposible por lo cual paso a la siguiente prenda que podría quitar...

Aún tocándonos mutuamente desciendo con ambas manos y le bajo la cremallera de su pantalón, luego aprovechando el agarre que mantiene sobre mi trasero y aún con la ropa puesta, muevo mis caderas de atrás hacia adelante restregándome sobre él para provocarlo de la mejor manera posible, pero sorpresivamente recibo la reacción opuesta.

Salvatore guía rápidamente sus manos a mi cintura y me quita de arriba suyo dejándome a su lado en el pasto.

—¿Estás bien? —pregunto enseguida dada la rapidez de su acción.

Él no responde, solo se pone de pie como si tuviese un resorte en el culo y se sube la cremallera.

—¿Te sientes bien? —insisto parándome frente a él.

Hago ademán de levantar mi mano para tocar una de sus mejillas, pero él retrocede como si lo fuese a golpear o algo así.

—Oye, ya me estás asustando —vuelvo a insistir—. ¿Hice algo mal? —la preocupación viene a mi.

Suelo ser muy brusca con Fabbian, realmente ambos somos bruscos a nuestra manera y eso es lo que nos gusta, pero Salvatore es diferente y me siento egoísta por pensar solo en mi, quizá... no lo sé, lo lastimé con mis manos sin querer o lo apreté o...

—No me toques —pide—. por favor...

—¿Te molestó algo de lo que hice?

—Si —responde rápidamente—. Ósea no... pero —suspira y restriega su rostro de manera frustrada—. Esto está mal, no se puede volver a repetir.

—Pero...

—No, nada de peros —me interrumpe—. Como amigos todo bien, pero no podemos cruzar esa línea, no otra vez.

—¿Por qué? —pregunto con curiosidad.

—Porque está mal y ya.

—Pero dame una razón —insisto.

—¿Tan difícil es aceptar un no? —refleja molestia en su voz.

Frunzo el entrecejo. —Salvatore, si tú dices que no, es no. Créeme que no me iré a meter a tu cama en dos horas para insistir en seducirte, solo quiero saber el por qué de tu reacción.

Última Batalla de Roma | [Roma #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora