Capítulo 20

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Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.
—George Santayana

FRANCESCA

«Puedes con todo, pero no con todo a la vez».

Frase motivacional, mantra, pensamiento... como cualquiera desee llamarle. Para mi son palabras que suelo repetirme, palabras de aliento en momentos en los que siento que algo en mi está fallando, cuando mi corazón se acelera junto a mi pulso y mi sistema está en estado crítico, cuando las yemas de mis dedos me hormiguean y aprieto los dientes de manera inconsciente, cuando grito, joder, si que grito... lo hago de impotencia, rabia y debilidad.

Justo como ahora, pero de manera interna, porque por fuera mantengo una postura impávida.

—Permiso para retirarme —suelto con voz firme en dirección a Giovanni.

Alec está a su lado, sé que me mira. Siento su mirada confusa y acusatoria sobre mi, pero es que simplemente no puedo devolvérsela. Solo quiero salir de aquí.

—Negativo —contesta Giovanni.

—Permiso. Para. Retirarme —repito, pero esta vez enfatizo cada palabra con seriedad.

Y a pesar de que mis palabras lo digan literalmente, no le estoy pidiendo permiso, le estoy informando que me voy a largar. Voy a irme de esta jodida habitación le guste o no, simplemente estoy respetando el maldito protocolo y su cargo, estoy intentando hacer las cosas bien, pero subestimarme es algo peligroso y él lo sabe.

Nuestro duelo desafiante de miradas dura solo unos segundos. Yo no seré quién de su brazo a torcer.

—Solo veinte minutos, Seis.

—Gracias, capitán —respondo.

Veinte minutos los cojones que no tengo, yo aquí no vuelvo.

Recojo rápidamente el equipamiento que dejé en el suelo y me retiro sin mirar a nadie. En el momento en que cierro la puerta me llevo la mano libre a mi corazón y podría jurar que ninguna de todas las misiones que he realizado me lo aceleró de la manera en que esta lo hizo.

Creí estar preparada, lo sabía, joder, lo sabía hace horas. Mi reencuentro con Alec era inminente y en cierta parte mi castigo, pero el saberlo no pudo evitar que mi ritmo cardíaco se disparase de todas las maneras posibles a tal punto de sentir mi corazón salir por la boca.

Camino de manera apresurada hasta los vestidores y al llegar arrojo mis cosas en una esquina sin un orden en particular.

Lo primero que hago es quitarme la ropa y meterme bajo las regaderas sin regular el agua. Solo bastó volver a tenerlo frente a mi para sentirme jodidamente diminuta.

Nada del pasado me importa, no hay sentimientos y no pienso en mis recuerdos. Lo que me tiene las palpitaciones a mil es el miedo, estoy cagada de miedo.

Alía, Laya y Edan son mi todo, no tengo otra palabra, si uno de ellos me falta, me falta todo.

Muchas cosas pasan a segundo plano cuando eres madre, pero solo las que lo somos podemos entender la magnitud del miedo que tengo, porque lo que es todo para mi, pudo ser el todo de otra persona... solo que esa persona no lo sabe.

Palabras, solo se trata de palabras. Basta que una persona diga algo que no debe y mi todo se puede ir al carajo. Muchos tienen el poder de joderme con solo tres palabras y eso me está aterrando, me está manteniendo con el corazón a mil y generando un estrés inmenso.

No puedo dejar que alguien le diga a Alec sobre mis hijos.

Tengo una idea clara, pero mis manos no paran de temblar. Salgo de la ducha estando empapada y en ropa interior, camino dejando un rastro de agua a mi paso y me dirijo a mi casillero en donde tengo una muda de mi uniforme habitual. Me visto lo más rápido que puedo, y me peino con los dedos, dejo mi cabello suelto debido a la humedad en él y doy un suspiro.

Última Batalla de Roma | [Roma #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora