Capítulo 10

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Creo que gran parte de las enfermedades son el resultado de emociones reprimidas.
—Paulo Coelho

FRANCESCA

Tengo una relación de amor odio con mi uniforme, me gusta lo poderosa que me hace sentir, pero detesto tener que usarlo todo el tiempo y no puedo entrar a la BSGI si no lo llevo puesto. Obviamente tengo muchos uniformes, pero todos son iguales, camiseta verde olivo, pantalones de camuflaje con distintos tonos de verde, botas negras de combate y una chaqueta a juego con los pantalones, pero la verdad esa nunca la uso.

También tenemos una gorra complementaria pero no es obligación usarla, la única vez que cambiamos de uniforme es cuando usamos el nocturno que es básicamente lo mismo pero en negro y gris, ese me agrada un poco más.

Ya son cerca de las dos de la tarde, mi cita con el medico es a las tres por lo cual me vestí para largarme. ¿Un día bueno?, eso es lo que claramente no he tenido, la mañana comenzó de la mierda con las peleas de los niños, le siguió el escandalo de Edan y la cereza del pastel fue la discusión con Sebastián. Jamás he peleado de esa manera con él por otra cosa que no sea el tema de la paternidad, siempre es lo mismo y no voy a ceder. Alía, Laya y Edan son mis hijos, míos y ya.

Me sobrepasan, realmente las discusiones me sobrepasan, intento llevar esto de la manera más amena posible, pero es difícil.

Cuando no hubo nada más que decir entre Sebastián y yo, me aseguré de que las niñas estuviesen jugando tranquilas con Katya y Salvatore me dijo que cuidaría a Edan así que solo vine a mi habitación y a pesar de ya haberme duchado, me sumergí unos segundos en la tina y respiré mientras me caía el agua desde arriba.

Lo más triste de todo es que sé que no será la última vez, se vienen momentos muy difíciles, los niños crecen a cada instante y luego no será solo Edan quien insista en el tema. No me quiero ni imaginar a Alía y su carácter exigiendo saber cosas, definitivamente será difícil.

Trenzo mi cabello hacia el lado para irme cuando tocan mi puerta del otro lado.

—Adelante —respondo terminando de atar la liga final.

Enseguida la puerta se abre dejando ver a Salvatore, miro instintivamente tras sus piernas para ver si Edan viene caminando, pero él entra solo y cierra la puerta.

—¿Dónde está Edan? —pregunto enseguida.

—Con sus hermanas, estuvimos dibujando cosas sin sentido y nos robamos unas galletas de la cocina, ahora Katya les sirvió la comida a todos así que aproveché para venir contigo.

—¿Por qué no comes con ellos? —pregunto metiendo cosas a la mochila que suelo llevar a todas partes.

—No tuve tiempo de saludarte con tanto ajetreo —contesta.

Camina hasta mi y me da un beso en la frente para luego abrazarme, le correspondo el abrazo y cuando intenta separarnos me aferro más a él.

—Creo que alguien me extrañó —se burla acariciando mi mejilla con el dorso de su mano.

—Sabes que si —contesto.

—La buena noticia es que no vuelvo a Japón en una larga temporada, tengo que quedarme porque hay un problema con las empresas textiles y cosas aburridas.

—Pero dijiste que le pagabas a personas para que se hicieran cargo del trabajo y tú solo recibías el dinero, nunca te has metido en el negocio.

—Ya lo sé —suspira—. No tengo ni idea de como manejar esa mierda, pero soy el dueño y llevo años ignorando eso, finalmente pasó lo que me temía y es que me necesitaran en calidad de jefe, mírame —se separa de mi señalándose—. Peleo con un niño de tres años y me siento un delincuente por robarle galletas a Katya sin que se de cuenta, no sé nada del negocio textil, solo quiero el dinero y ya.

Última Batalla de Roma | [Roma #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora