Capítulo diecisiete: Valientes.

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Me despierto solo en casa, un minuto exacto antes de que suene la alarma. La apago en cuanto suena, y me tiendo a lo largo y ancho de la cama. Había notado el leve movimiento de Alex para despertarse un rato atrás, no sabía con exactitud cuánto. Así que remoloneé todo lo que quise, sabiendo que la casa estaba vacía y era mi día libre en el trabajo.

Ahí, atendiendo a nada más que a cómo me sentía, me fijé en el hueco que tenía en el pecho justo al lado del que había llenado mi novio apenas horas antes. Veía con claridad el vacío que dejaba aquella pieza perdida del puzle de mi vida. Y con ella, se habían ido cayendo otras tantas. Empezaba a desfigurarse la imagen que pretendía recrear. Había piezas descoloridas, estropeadas, que iban despegándose poco a poco de aquel galimatías que empezaba a ser aquel mural. Y en medio de aquella escena de terror, en la que el olvido empezaba a consumir cualquier rastro de confianza, yo. Un potente foco de luz blanca se abalanzaba sobre mí, sobre el centro de esa habitación compuesta por trocitos de lo que era, de lo que podría llegar a ser y de lo que fui, todo al mismo tiempo.

Sé de dónde viene todo aquello, claro que lo sé. Hay una ausencia que lleva quemándome las entrañas desde hace días y a la que no he querido enfrentarme, por si acaso se despierta otra vez la indiferencia y me deja fuera de combate. Me dejo hundir en ese abismo que amenaza con mojarlo todo de recuerdos, y le hago caso a la lucecita que me lleva avisando de una idea que se quedó en el trastero de mi mente.

Cojo el teléfono y abro la cuenta de Alma. Sólo verle, en la última instantánea, siendo abrazada por otra mujer, una morena lindísima que le daba un beso en la mejilla. Se reflejaba en su rostro la alegría de lo que describía a pie de página: "Ni la distancia Galicia-Madrid me quita estas ganas de ti. Por fin estamos juntas" y el emoticono de un corazón junto al de las chispas. Alma estaba radiante, tan sonriente, tan querida... Espero que tenga algo de cierto aquella foto, porque el espacio anterior a ella era el vídeo en el que cantaba esa canción tan triste. Sabía que era por mí, pero no me había atrevido a decir nada al respecto.

De casualidad, leo uno de los comentarios que aparecen en el previsualizador de la aplicación, en el que me mencionaban junto a un "is this you?". Abro mucho los ojos al entenderlo, y despliego las decenas de respuestas, en las que hay un debate abierto sobre si la letra iba por mí, por alguien desconocido o por... ¿Alba Reche? ¿En qué momento había un shipp abierto de Alma con Alba? ¿Y desde cuando nos shippeaban a nosotros? No estoy entendiendo nada. 

Como acto instintivo, de todo lo que aprendí de mi época de lesbiana emo reprimida, abro Twitter, buscando una explicación a lo que acababa de leer. En el buscador pongo el nombre en clave que se inventó el fandom en su día para Alma, "ente espiritual" —aún me da la risa al pensar en las ocurrencias que tienen—, buscando algún tuit en el que me incluyan. Leo uno en el que dicen: "Asíes se ha encoñado del ente espiritual (q normal yo tb)". Ay, no, ¿por qué tenían que ponerme ese mote? He de reconocer que da juego, pero ¿Asíes? ¿No había otro más original?

La curiosidad me come por dentro, necesito saber qué más se dice por ahí de mi relación con Alma. Es esa adrenalina de lo nuevo, del saber que alguien está hablando de ti a tus espaldas y tener el poder de saber de qué. Con resignación, me dejo vencer por esas ansias de más, esa necesidad incipiente de descubrir cuál era la opinión de mí. Abro la cajonera de plástico que tenemos debajo de la caja, que guarda mayormente revistas, cuadernos viejos, y mi antiguo teléfono. Cuando lo localizo, lo enchufo a la corriente para que cargue y, con impaciencia, lo enciendo en apenas unos minutos. Antes siquiera de dejar que el sistema se inicie como es debido, ya estoy volviendo a la aplicación de mensajes cortos en mi cuenta secundaria, aquella que me abrí con tal de seguir la carrera de Alma en algún tipo de anonimato. Seguía a muchas cuentas fan de ella, habíamos interactuado incluso. Yo fui partícipe de varios shippeos. ¿Qué si me avergüenzo? Sólo un poquito, por no ser capaz de admitirlo con la cabeza alta, más que por haberlo hecho. Si no querían que las bolleras montáramos películas de bolleras, que hubiera más representación bollera y veríamos cómo se acababa pronto el drama.

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