Capítulo diecinueve: Nadie sabe nada.

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El bullicio a mi alrededor es insoportable. Gritos, gente yendo y viniendo, ruidos huecos de los utensilios al caer en sus respectivas bandejas. Aquello era un caos.

-Ven, sígueme. Han tenido un percance en peluquería y van justos de tiempo, de normal no tenemos tanto lío -dice la voz suave de Rebeca, mientras tira de mí con gentileza.

-Menos mal. -Mi cara de circunstancias la hace reír.

A mi alrededor, las luces brillan con fuerza, el color ambarino de las bombillas sobre los espejos se mezcla en el centro de la sala con las lámparas de luz blanca. Los percheros se abomban debido a la cantidad de prendas que cuelgan de ellos. Y cada mesa queda cubierta por una infinidad de accesorios, de paletas y pinceles de maquillaje.

La gestora me había citado allí con tal de hablar con el diseñador que creía que me iría bien, pese a que aún quedase un mes para la gala. Era comprensible, porque -me habían dicho- querían hacer algo a medida para debutar en la alfombra roja de la mejor manera posible. Yo había llegado al lugar con los ovarios en la garganta.

-Vale, está atendiendo a otro chico, en un rato está contigo.

-Vale, ¿espero aquí? -Señalo a las butacas que hay en el pasillo que da, a juzgar por los carteles con nombres de lo más diversos, a las puertas de los diseñadores.

-Donde quieras. Dame un minuto y estoy de vuelta contigo.

-Sin problema.

Veo cómo se pierde entre la gente, hablando con peluqueros y maquilladores, con aquellas mujeres de pelo recogidísimo y vestidas en transparencias. Por su aspecto, y su físico bien cuidado, esbelto, estilizado, supongo que son bailarinas. Me fijo en el arte de las paredes, descubriendo allí una mezcla de colores de lo más variopintos sobre el beige amarillento de la pintura. Hay un cuadro que me llama la atención, así que me levanto para apreciarlo más de cerca y me quedo anonadado al descubrir que lo firma Alba Reche. Sabía que aquellos trazos me eran familiares.

-Bueno. -Me saca de mi ensimismamiento la voz de mi manager-. Ya estoy. -Al voltearme sobre los talones, la descubro recolocándose el chaleco de terciopelo granate, mirándome con una sonrisa de oreja a oreja.

-Hola, otra vez.

-En lo que esperamos... ¿Tienes una respuesta? El plazo que te di acaba mañana -me recuerda. A mí se me acelera el latido, notando cómo cobran velocidad mis pensamientos también.

-No. -Me rasco la cabeza, con tal de tener algo sobre lo que entretener mis manos-. No sé qué hacer, la verdad.

-A ver, cariño mío... ¿Qué es lo que te tiene así? -Se acerca a mí y posa su mano sobre mi espalda, con aire maternal.

-Pues... Que yo ya tengo un trabajo, ya tengo una vida, cierta estabilidad

-Y te da miedo estrellarte, ¿no es así? -Termina mi frase.

-Me da miedo decirte que sí, sacar el disco y que luego todo haya sido producto de una ilusión.

-¿Por qué piensas así?

-Porque la canción funciona gracias a Alma -afirmo, contundente.

-Ay, cielo. Qué equivocado estás. Alma tiene que ver, claro que sí. Pero para ella también ha sido sorprendente esta acogida. Además, te voy a decir un dato que manejo yo aquí como persona VIP. -Se toca el pelo, haciendo un gesto de suficiencia, que bien sé que es fingida-. El sesenta y tres por ciento de las cuentas que han reproducido el vídeo en YouTube no estaban suscritas al canal de Alma.

-¿Y eso qué significa?

-Pues significa que no toda la gente que la ha escuchado viene de su fandom, como lo llamáis ahora los jóvenes. De hecho, aunque no sean datos representativos, sí puedo decirte que la media anterior estaba en algo más de un cuarenta por ciento. -Le vuelvo a preguntar con los ojos, que yo había dado economía, pero mis capacidades de análisis de datos matemáticos se quedaron en primero de carrera-. Hay mucha gente nueva, que probablemente no conocieran de nada a Alma -explica, con paciencia y una sonrisilla orgullosa.

Historias inacabadas.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن