Capítulo seis: ¿Qué mal puede hacerte?

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Suspiro de alivio cuando apagan, por fin, los focos después de varias horas con ellos en la cara. Llevamos toda la tarde grabando. Jamás pensé, dos semanas atrás, que esto acabaría así, en una casa cualquiera, pasándonos largos ratos acondicionándola, preparando las escenas, buscando los mejores ángulos, riéndonos cuando algo no salía como se había planeado. La de carcajadas que nos hemos echado en este primer día de grabación, sinceramente, no me las quita nadie. Habrá como veinte minutos de cinta con errores míos. Por suerte, Alma me ha dicho que es más normal de lo que pienso y me calmo cuando el director, Ignacio, me lo corrobora.

—¿Cómo lo vas viendo? —Se acerca la cantante a mí en cuanto se consigue quitar un poco del polvo que le ha caído en la cabeza debido a una de las escenas—. Tiene muy buena pinta...

—Sí, la verdad. —Se agacha hasta ponerse a mi lado para ver la última parte que hemos grabado, antes de que nos echen de allí por las horas que se han hecho.

—Oye... ¿Te apetece que cenemos juntos? —propone, cuando el silencio empieza a pitar en los oídos al salir a la calle.

—Em... Sí, claro, ¿por qué no?

Cedo porque hoy Alex no duerme en casa, también porque llevamos un par de semanas hablando normalmente por redes, incluso unos días por WhatsApp. Realmente casi todas nuestras conversaciones son muy superficiales, trabajo, música y compartir ideas para el videoclip. También me ha pasado la maqueta de lo que podría ser Viento de cruz, y alguna idea para una canción suya nueva. Nada de conocernos, solo... fluir.

Pero está bien, hay algo en aquella comodidad que consigue calmar mis nervios entre tanto nuevo seguidor, entre tantísimo comentario, tanto mensaje nuevo de gente que o me admira o me odia. Es gracioso, no hay punto medio. También hace menos la incertidumbre que me ataca cuando pienso en el estudio, en proponer cosas, crear, mejorar lo que para mí ya estaba bien, hasta que escucho el resultado final. Miguel nos ha dicho que la canción anda en proceso de masterización, lo que significa que al terminar el videoclip y pasar por montaje y post producción, estará lista para que nos den el visto bueno y fecha de salida.

Lo bueno: eso significa que no queda nada para poder decir que tengo una canción en el mercado.

Lo malo: seguramente me esté mintiendo con el "nada" porque entramos en fechas navideñas y todo va a retrasarse.

Pero esto es un proceso, y por muy rápido que parezcan las cosas, por mucho que las cosas estén listas... ya sabemos que dependemos de los de arriba. Por desgracia siempre ha sido así.

Alma me ha llevado a un restaurante de estos que parecen que te van a cobrar solo por sentarte en su silla, por respirar dentro de su local. Yo la miro con susto en los ojos, pero ella solo se ríe y le quita importancia. Si bien es cierto que gracias a mi trabajo puedo permitirme cosas no-tan-baratas, tampoco me ha gustado nunca el glamour. Me parece un gasto innecesario.

—A mí también me pareció excesivo la primera vez que vine —comenta ella, cogiendo la carta, animándome a hacerlo yo—. Pero merece la pena.

Me sorprendo al abrir la carta con un ojo cerrado, esperando ver unos precios desorbitados y ganándome algún intento de contener la risa por parte de mi acompañante. Los precios, para el bienestar de mi salud mental, son bastante equilibrados. No son como para comer todos los días aquí, pero tampoco para no venir nunca. Acabo eligiendo lo primero que veo, se me hace la boca agua con toda la carta, con las fotos de presentación y con las recomendaciones de Alma.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Ya lo has hecho —intento vacilar, dejando el tenedor a un lado para dar un buche de mi bebida.

Historias inacabadas.Where stories live. Discover now