Capítulo siete: Increíble, ¿verdad?

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—¿Listos? —El equipo de cámaras y edición, Ignacio y Miguel nos miran esperando una respuesta. Asentimos los dos—. Pues allá va.

El director del vídeo da al play, proyectándose en la pared blanca del estudio. Las primeras notas suenan, la primera escena aparece, devolviéndome una versión pregrabada de mí, de mi voz, de la de Alma, de su cara. Me late el corazón con fuerza, noto todas mis extremidades temblando y una inevitable lágrima recorriendo mi mejilla.

Vemos el corto ensimismados, metidos de lleno en la letra, en la historia que hemos querido contar, analizando los detalles con una sonrisa en la cara. Me siento pletórico, tengo unas ganas increíbles de saltar, chillar, bailar, estoy lleno de energía.

—Madre mía. —Me llevo las manos a la boca, sin asimilar del todo lo que esos casi cuatro minutos suponen—. Madre mía —repito, sin entender los procesos de mi mente.

—Es increíble, ¿verdad? —pregunta Alma, agitando sus pestañas al intentar retener en sus ojos el líquido lacrimal—. Me encanta el resultado final, chicos —se dirige al equipo.

—Me encanta todo, de verdad. Es que es tal y como me lo había imaginado. No cambiaría nada, no hay nada que no me guste. Es perfecto —digo yo, con las emociones a flor de piel.

—¡Asier! —chilla la cantante—. ¡Que tienes tu primera canción producida y con videoclip! ¿Cómo te sientes? —pregunta entre sacudidas, transmitiéndome a mí toda su agitación.

—Estoy que no me lo creo. Esto tiene que ser un sueño...

Pasamos un rato más allí, en esa sala, hablando de todo y de nada, celebrando el final del proyecto. Ahora solo queda esperar a que los jefes den luz verde al lanzamiento. Nos emborrachamos de felicidad y nos bebemos la alegría de un trabajo bien hecho. No es hasta que noto la pantalla de mi móvil encenderse encima de la mesa que rompo con la burbuja que hemos creado donde nada entra salvo nosotros. Contesto la llamada entrante al saber que ese nombre no podría evitarlo ni aun queriendo.

—Hola, cielo —saludo al descolgar.

—¿Cómo estás? ¿Lo habéis visto ya? ¿Todo bien?

—Sí, sí. Todo ha ido genial, es una pasada. En cuanto pueda te lo enseño, vas a alucinar, de verdad.

—¿Sí? ¿Estás contento, entonces?

—Estoy pletórico, Alex. Estoy en una puta nube. El equipo es magnífico, el ambiente es insuperable. ¡Y lo mejor de todo! Estoy haciendo lo que más me gusta. —Me muerdo el labio al sentir en el pecho todo el calor del mundo. Decirlo en voz alta hasta me libera.

—Me gusta tanto escucharte así... —Suspira—. Oye, había pensado que para celebrarlo podríamos cenar fuera.

—¿Cenar? —Miro el reloj, comprobando que se nos ha pasado la hora de la comida con el picoteo—. Hostia...

—Ni te has dado cuenta, ¿verdad?

—Pero ni la más mínima idea de en qué día vivo. —Me río, liberando tensiones.

—¿Quieres que pase a recogerte en un rato?

Miro a mis espaldas, comprobando la escena. Miguel pone más vino en la copa de Alma, que me mira con media sonrisa y los ojos curiosos. Le hago un gesto que pretende decirle que ahora iré para contarle y pienso en que no me quiero ir de allí. También hay otra parte de mi cerebro que echa de menos a Alex, a pasar rato con él, a pasear por las calles de su mano entre risas. Dios, echaba mucho de menos la risa de Alex.

—Claro. Ven y salimos a cenar. Dejo que me sorprendas —respondo, al fin.

—Genial, te quiero, en media horita estoy allí, te pego un toque cuando llegue.

Historias inacabadas.Where stories live. Discover now