Capítulo cuatro: La dulce locura de la creación.

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-No fastidies, ¿en serio? -No deja de reír, dando toquecitos en la cerámica de su taza ya vacía.

-De verdad te lo digo. Fue tan épico cuando entró el Marcos ahí to' chulo en ese plan de "estas son mis tierras". -Escenifico la anécdota, poniendo voz grave y haciendo parecer que tenía más fuerza de la que era en realidad-. Y le cruzó la cara. Buah, qué bueno fue.

Sigue riéndose, sin disimular ni un poquito las carcajadas. Llevamos un rato rememorando aquellos tiempos, contándonos los poquitos recuerdos que nos quedaban de la época. Habíamos firmado una paz en silencio y, por primera vez, me olvidé del nudo que cerraba mi estómago cuando pensaba en la chica que tenía frente a mí retorciéndose entre risotadas.

-El defensor de las causas perdidas, me meo.

-Que luego en verdad soltaba cada machistada para cagarse, ojito. -Levanto el dedo índice con el apunte-. Pero bueno, creo que no lo hacía con maldad.

-Ah, o sea que a él le excusas ¿y a mí no? -Finge indignación con maestría.

-Eh, eh, que yo no he dicho eso. Es... algo más complicado que eso. -Recuperamos la seriedad del principio, pero sin molestias, sin reproches... O no del todo.

-Soy toda oídos. -Se cruza de brazos, más por comodidad que por rudeza.

-Alma... -Aparto mi mirada de ella.

-Vale, está bien. Si no me lo quieres contar no lo hagas. Tampoco quiero forzarte a decir algo con lo que no te sientas cómodo. Lo entiendo y lo respeto. Hablemos de algo más ameno... -Se queda pensativa durante unos segundos-. ¿Sobre qué crees que podríamos componer?

-Pues... No lo sé, ¿crees que tenemos algo en común?

-Los dos somos LGTB, ¿no? -Me quedo pillado, sin saber cómo actuar frente a aquello. No es que fuera un secreto lo mío, pero ella había mantenido tan a salvo su vida privada que los únicos rumores que se oían sobre su vida amorosa eran enfocados a la heterosexualidad de la chica-. No me ponas esa cara, que no es tan raro.

-¿Bi? -pregunto, casi con miedo a que se lo tome a mal.

-Sí -afirma, sin deshacerse de su sonrisa-. Pero eso me da igual. Creo que hay muchas canciones sobre el amor, pero me causa mucha intriga la identidad. ¿Te importaría hablarme de eso? ¿Crees que es un buen tema?

-Podría serlo, sí. -Me sorprende la propuesta, gratamente. Me quedo pensando en qué contarle, hasta que hallo una idea sobre la que podríamos hablar-. Em... Creo que lo que le falta a la comunidad trans son referentes, que alguien les diga que no hay nada malo con su cuerpo, que es normal ese miedo que tienen, pero que hay que luchar por normalizarlo y conseguir que se hagan cánones igual de válidos que el aspecto de alguien cisgénero. Empezando por dejar la estupidez del cispassing, que cuidado, soy el primero que lo busca... ¿Tú qué opinas?

-Que puedo ayudarte a buscar el ambiente, a crear la música, pero que tienes que tener la voz cantante.

-¿Cómo? -pregunto, perplejo, ante la mirada seria que me dedica.

-Que vamos a hacer una canción para la comunidad trans y tienes que ser tú quien escriba la letra. -La rotundidad con la que lo afirma me hace tragar saliva y asentir con los ojos como platos.

-De acuerdo...

-¿Qué te parece si vamos a algún sitio más tranquilo donde haya instrumentos? -sugiere, con los ojos rebosantes de ilusión.

-¿Dónde?

-A mi estudio.

Dejo de prestar atención a lo que pasa alrededor y sigo los pasos de una Alma decidida, que me habla sin hablar. Se ralentiza todo al ser consciente de cuál es la situación y tengo que parpadear varias veces para que todo vuelva a la normalidad. Pero no lo hace. Yo sigo ahí, sentado en la silla de una sala con un equipo técnico que solo había visto en vídeos, en fotos, como ese sueño inalcanzable, y a mi lado se alza, poderosa, una persona que, aunque a regañadientes, admiraba. Me tembló una sola vez el pulso. Solo una lo dejé. Al segundo intento respiro con inexactitud y centro mi cabeza en el propósito que nos ha traído hasta aquí.

Historias inacabadas.Where stories live. Discover now