Segundo Capítulo:

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2-Despertar atareada.



—¿Hace cuánto salió el sol?


Esa voz, ¿la escuchó o la soñó?  Incomprensible para sus oídos, tan áspera cual lija y ronca por el sueño.

Sintió a su lado el peso que la acompañó durante horas interminables removerse para dejarla contra el frío de la mañana.


¿Quién es?


Cómo saberlo si todavía no termina de despertarse, o quizá por fin se duerme después noche estrellada sumida en los brazos de una fiera en su guarida.


En fin, este preciso instante se llama golpe.


Hanabi Hyūga, Heredera legitimada del gran Clan del ojo Celestial.


Los cantos de los pájaros entonaron el despertador de los madrugadores, de esos gorriones que tuvieron una noche plácida en la morada de un lobo ajeno, ese que llamamos fiera.


¡Bang! Que caída directo a la realidad, no se enteró de qué se cayó, pero no parecía ser cerca suyo.


—Qué... Ahg —Sujetó su cabeza apenas la luz colada por la ventana golpeó su rostro, como un puñetazo directo a la cara, se levantó de repente sin reparar en los daños.


«¿Dónde?».

Habitación oscura, pisos de madera vieja, paredes viejas, ¡todo viejo! Pero dónde es que se fue a meter, y lo más importante, «¡¿qué pasó anoche?!». Se tocó los brazos para protegerse de esa brisa mañanera, ahí notó su desnudez latente.

Pegó un gritó ahogado, justo en ese momento supo que se hallaba en la planta alta de alguna casa pues desde abajo el ruido de pisadas se hizo escuchar.


Pesadas y firmes, tan atemorizante.


No pudo con el miedo y cubriendo su cuerpo con las sábanas halladas en la cama desordenada, saltó desde lo alto para caer de terrible manera sobre el suelo, no pudo ni afirmarse con seguridad.

Se olvidó de todo, de su habilidad como Ninja y su línea sucesora, corrió a pies descalzos por un sin fin de calles desiertas, quería gritarle a alguien la atrocidad a la fue sometida y que apalearan al ultrajador.

Sí, eso mismo, aunque la mente se nuble, el cuerpo cuenta su versión de los hechos con lujo de detalle en cada marca de dientes desfiladas por su antes inmaculada piel.

Además, ninguna mujer ignoraria sus partes más nobles y no sabría lo que sucedió allí.


—¡Que lo maten! —gritó, pero se dio cuenta de algo muy atemorizante: «¡Dónde está la gente!», la respuesta llegó con el arco de una enorme puerta, con el abanico prendido fuego su sangre se congeló. Claro que no habría personas allí, los habitantes de ese distrito perdieron la vida hace ya tanto, no podían ayudarla ni apalear a nadie.

Imari- SasuHana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora