Undécimo:

125 7 2
                                    

Capítulo 11- El escape de Imari.


Soukka.


Sus pasos hicieron eco contra el suelo de la prisión, se acercó y tocó los barrotes con las puntas de sus dedos.


—¿Qué hace una rata inmunda como tú aquí?


Casi rio al oír las ácidas palabras del niño, el infante se hallaba sentado en la oscuridad como un pequeño león asusto, aun así, feroz.


—Solo quería verte una última vez, Ángel.


¡Gash!


Corrió los barrotes como si fuesen cortinas y procedió a entrar. Es una suerte que la bestia se haya comido a casi todos los prisioneros, esta cárcel subterránea ya quedó en tinieblas.


—Entonces ven —retó Imari con voz quebrada.


«Más cerca aún»


—Eso hago, ¿no me ves?


Desde su juventud siempre le dijeron: "Tus gustos son los de una bestia", "no es sano". ¿Quién lo mandó a nacer una casa de cortesanas, allí poco a poco adquirió su singular y condenable gusto por la inocencia.


Murra un día le preguntó: "Si creciste siendo el hijo de una prostituta, ¿por qué tienes aficción por los niños y no por las mujeres?".


En ese entonces Soukka rio y dijo: " Todos codician lo que les niegan, lo que nunca tuvieron o  les arrebataron. Es complicado, ni yo lo comprendo".


Murra volteó los ojos y replicó: "Y nadie querría comprenderlo".


Luego transcurrió el tiempo y una noche lo capturaron, el hombre lo sujetó de su pierna y lo sacudió. No, no negará, el mocoso llamó su atención en cuanto abrió esa puerta.


“Con un apariencia tierna, como brote de plántula, y astuto al cerrar de nuevo la puerta”, pensó en ese entonces, un hilo que soltó al enterarse que ese niño era el que su Jefe estaba buscando, por lo tanto, intocable para sus manos.


No, no, no, no es físico, nunca es físico para él, sino de un interés más allá de lo comprensible.


Pero hubo algo que puso nervioso a Soukka, con cada día que pasaba un toque de la inocencia de ese niño se desvanecía manchando así su alma pura... Crecía.

Imari- SasuHana Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora