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Otro día entre las paredes de ladrillos, otro día que sigue despertando en aquel lugar frio y sin una pizca de color.

Amber se volteo hacia su mesa de noche, el despertador marcaba apenas las cinco de la mañana y lo único que le saco una sonrisa fueron aquellos girasoles que estaban en un florero improvisado. Mas allá en una silla cerca de la única ventana estaba su uniforme del internado bien planchado, las cortinas eran oscuras por lo tanto no se preocupaba si el sol llegase a salir y quería despertarla.

Su habitación era tan simple y gris, la tristeza embargaba cada parte de ella. Un closet de color blanco donde probablemente había ropa para los siete días de la semana y ella tendría que crear un conjunto para cada domingo donde se celebraba la misa, una puerta de madera en un marrón intenso daba la bienvenida a una simple ducha fría con espejo y un lavamanos. Dos pares de zapatos se escondían en el rincón donde había un pequeño escritorio, este solo tenía los libros que utilizaría ese años en sus estudios, pues cuando terminaba ese año el mismo director pasaba por cada habitación recogiéndolos y colocando los siguientes; no poseía posters, ni cuadros o algo que tuviera color, simplemente todo era distracción.

Monotonía.

Parpadeo cuando escucho aquel ruido insoportable en todo el sitio, la alarma. Era hora de empezar el día, con sumo cuidado quito sus sabanas y tomo la toalla que estaba cerca de un perchero dirigiéndose a pasos tranquilos a la ducha, la cual siempre le recordaba un día lluvioso, frio y triste.

–Buenos días, solecito– escucho mientras se colocaba aquel lazo en su cuello, por el espejo sonrió a su amiga– ¿Cómo dormiste?

–Como cada día. ¿Qué tal tú?– hablo tomando dos cuadernos y caminando con ella por el pasillo de baldosas negras y blancas.

–Como si no lo fuera hecho– bufo– no podía, tenía insomnio nuevamente. Tendré que hablar con la enfermera, quiero pastillas para dormir.

–No deberías tomar eso– negó sentándose en una de las sillas y mesas del lugar, tenían historia– te hacen daño.

Wendy solo rodo sus ojos y antes de hablar todas dirigieron su vista a la chica de cabellera antes rubia que entraba por el salón. Kang Hana estaba con el cabello corto y negro, tenía marcadas ojeras en su cuello podías observar las marcas del castigo más intenso del lugar, ya sabían que había pasado por eso todas en aquel lugar guardaban silencio absoluto, no se necesitaban palabras de consuelo, allí no servía eso. Ella, solo camino hasta un asiento apartado y se sentó con aquellos ojos azabaches perdidos en el suelo en forma de tablero de ajedrez.

–Espero jamás en mi vida entrar al agujero– hablo Wendy en un susurro.

–Igual yo– ambas se quedaron mirando a la nada.

–Bien alumnas, derechas con la cabeza y ojos al frente– todas hicieron caso al director– bien, habrá un nuevo profesor por lo tanto si me entero que hacen cualquier tipo de cosa que manche nuestra reputación, o inflijan alguna norma establecida me veré en la obligación de castigarlas hasta que aprendan su lugar en la vida ¿Entendieron?

"Si señor"

Odiaba tanto esas palabras, tener un corazón puro no significaba que no pudieras temer u odiar cualquier cosa en la vida. Amber no gozaba del odio, pero esas dos palabras causaban siempre una pesadez en su corazón y estómago.

Aquel hombre de porte grande entro, otro posible idiota machista que quería tal vez crear en sus cabezas lo inútiles que según ellos eran en la sociedad.

...

–Odio las matemáticas, odio la historia, odia la biología...

–En fin odias a todo el planeta tierra– dijo con una sonrisa.

–Sí, menos a ti. Eres mi hermana– Wendy sonrió– odio también cuando nos separamos, tonta regla– bufo.

–No tengo la culpa que nos separen por orden alfabético– sonrió de lado y toco el hombro de su mejor amiga– te veré en la mañana para la clase de cocina, trata de descansar ¿Si?

–Tratare, solecito– suspiro y, la abrazo– por favor duerme toda la noche, no salgas.

Ambas sabían que significaba aquello. La noche era peligrosa cuando Vivian con hombres como cuidadores.

Se despidieron con una sonrisa y ella nuevamente entro en su lugar menos favorito, quito todo rastro de aquel uniforme incómodo y camino a darse la ducha fría. Peino su oscura cabellera larga y se sentó en la cama mirando la ventana, cosa que le llamo mucho la atención fue ver un incendio en la salida del bosque y personas corriendo, sus ojos se agrandaron al escuchar disparos, aún más cuando una mano envuelta en probablemente guantes de cuero tapo su boca con delicadeza, una mano paso suavemente por su cintura atrayéndola a un fuerte pecho y una colonia completamente masculina.

Sus ojos se agrandaron y se removió inquieta y asustada por tales acciones, el miedo corrió por su sistema y su sangre se congelo. Intento zafarse pero la persona que la retenía tenía una fuerza impresionante, la arrastro lejos de la ventana y acerco su boca a su oído.

–Por favor no grites–

Amber se estremeció al escuchar la agradable voz; suave, tranquila, una dulzura al oído humano.

–No grites, no te hare algo malo– susurro lentamente– por favor no lo hagas. 

 

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Rapunzel 🌻Jung Hoseok🌻©Where stories live. Discover now