Capítulo VI

5.2K 855 167
                                    

Capítulo VI: Olvidado

Dipper subió a pasos rápidos y torpes las grandes escaleras que daban al segundo piso, siendo visto por sus tíos, su emoción era grande, burbujeante en su pecho, a punto de estallar como el refresco de gas al ser agitado, en una gran espuma de éxtasis y felicidad. Con el peluche entre sus brazos, cuidando que no se caiga y ensucie, tropezando una que otra vez con sus pies por sus torpes y veloces pasos, ¡Tenía tanto que contarle a Mabel!, los peces, el llamado, ¡El coso rosa que le sonreía!, ¡El ente que se estrelló contra un árbol y le dio el peluche!, su sonrisa se incrementó, riendo bajo al recordar como la cosa triangular chocaba con el gran pino. Con cuidado entro a su habitación, iluminada tenue por la luz del sol, su hermana estaba en su cama-cuna, dormida profundamente, con la sábana tirada por ahí, suspiro, y la arropó, decidió hacerle caso al tío Stan y volver a dormir un ratito más, le besó la frente y se acomodó en su cama, cayendo en brazos de Morfeo al instante, con una sonrisita.

Los rayos del medio día se colaban por la venta triangular de los gemelos, el sol les daba los buenos días, -casi tardes- con suaves caricias de sus rayos, invitándolos a despertar, con todo el ánimo del mundo, el olor del tocino y los panqueques llegaron a las fosas nasales de una castaña, que se sentó con pereza en la orilla de la cama, y mucha, mucha hambre, sin pensarlo mucho se paró y aún en pijama salió del cuarto, ni siquiera notó a su hermano, quien se removía inquieto entre las sábanas, con un sudor frío recorriendo su frente, y la respiración agitada.

"Buenos días, Calabaza" Saludó Stan cuando la vio entrar a la cocina tallándose su ojito, con su camisón lila y un casete en medio y sus medias blancas hasta media pantorrilla, ella tomó asiento en una de las ocho sillas de madera gastada pero elegante.

"Buenos días, tío Stan" Contestó ella en un murmullo, seguido de un bostezo, el silencio se instaló en la cocina, cómodo, siendo roto de vez en vez con el chisporroteo del aceite y el tocino, con la niña cabeceando y el hombre moviéndose con parsimonia por todo el lugar preparando el mejor desayuno para sus sobrinos y hermano.

Ford entró a la cocina momentos después, sereno, viendo curioso a su sobrina quien parecía muerta con la cabeza recargada en la orilla de la mesa, hasta donde llegaba con algo de dificultad, poniendo sus manos de seis dedos en sus hombros decidió saludar "¡Buenos días, familia!" La chica soltó un chillido, sentándose correctamente sobresaltada, y una mirada molesta, los gemelos mayores se carcajearon de ella, la niña sólo se limitó a entrecerrar los ojos y fruncir los labios. "Tío Fold, me asustaste" comentó ofendida, pero no se resistió a reír igual que sus tíos, al menos ya estaba más despierta.

El desayuno pasó entre risas, y comentarios divertidos en la mesa, con la gran pila de panqueques que bajaba a una velocidad peligrosa, las boberías de la niña hacían reír felizmente a los mayores, quienes le ponían atención con gran gusto, añorando que nunca creciera, y siguiera siendo la niña que soñaba aventuras locas y coloridas.

Las risas llegaban a sus oídos por medio de la puerta sin cerrar, los monstruos se desvanecían y los gimoteos y lloriqueos se trababan en su garganta, muriendo sin sonido en el esponjoso almohadón de algodón, inquieto, entre las sábanas buscando desesperadamente abrir sus ojitos chocolate, y salir de ese profundo y asfixiante sueño, lleno de terrores y oscuridad, tratando de estar ahí, en el plano existencial y saludar con toda la alegría al astro rey.

Se sentó en la cama, con los ojos aguados, pero sin derramar lágrima alguna y se perdió en el tormento de sus pensamientos, sus miedos y verdades a medias, hermosas mentiras dichas para no lastimarlos, verdades que nunca serán mentiras por completo, y mentiras que nunca serán verdades al cien, miró a la cama de su hermana, esperando verla ahí, con una mueca triste y su nariz rojita por el llanto que se guardaba, pensando que quizás ella le abrazaría y consolaría, le dejaría dormir un poco más a su lado, pero... estaba sólo en ese gran cuarto.

"¡Muy bien, Calabaza!" escuchó abajo, era su tío Stan, no le sorprendía, "Excelente, sobrina, ¿Vamos por un helado? ¿Qué dices?" escuchó la voz de Ford al pie de las escaleras "Sí, para celebrar esto" volvió a comentar Stan, y segundos después, pensando que subirían a por él, se colocó sus zapatos, pero nadie subió, solo recibió el azotón de la puerta principal y el silencio sepulcral de la cabaña, se quitó los zapatos con furia y fuerza y se abrazó al peluche del triángulo con la mirada baja, se hizo una bolita en la esquina de la cama, con su espalda pegada entre la pared y la cabecera de esta, soltando leves sollozos y su panza rugiendo en hambre.

Otra vez estaba solo... otra vez había sido olvidado... y a veces, culpaba a su hermana

Unas caricias se hicieron presente en sus revueltos cabellos chocolate; ~Hey, hey, no llores, no vale la pena, no estás sólo, estaré contigo siempre, y por eso, estarás bien~ y la voz le cantó una nana para arrullarlo. 

𝐃𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐋𝐚 𝐎𝐬𝐜𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐁𝐢𝐥𝐥𝐝𝐢𝐩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora