Capítulo XVII

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Capítulo XVII:

El niño debería de ser egoísta por una vez, el niño bufando y con la mirada perdida se avienta contra el colchón en su cama, el señor lo ve, no le importa en lo absoluto, está por completo derrotado por su hermana mayor, ¿qué es acaso que el niño no merece felicidad?, McGucket se queda en la entrada de la habitación, recargando su mano en el marco de la puerta, y frunce el ceño cuando se da cuenta que el chico no hará nada más que asfixiarse contra la esponjosa y suave almohada, decide darle un tiempo de descanso, a sabiendas de que por lo menos si duerme, estará mucho mejor, y solo espera, que se pueda relajar.

Baja las escaleras cuando escucha el cuchicheo de Mabel con las criadas, la niña es tan radiante, brilla en cualquier lugar donde este, como una estrella, tan efusiva y alegre, siempre creyendo que puede cumplir todos sus absurdos sueños que tan fugaces se escapan de sus manos, la ve meterse gramos y gramos de azúcar, chocolate, tartaletas, galletas, gomitas, una mueca se abre paso por su viejo y arrugado rostro, ella está tan perdida en lo que es su mundo de fantasía, pensando en ella y solo en ella mientras habla con la boca llena sobre su "magnifica" fiesta de diecisiete, con Agatha, quien asiente y comparte sus ideas, el señor suspira y sale del elegante y bien adornado comedor, en el horizonte, el sol va bajando y se pregunta que tan rápido han pasado las horas desde que aquellos chiquillos y sus nanas llegaron al hogar, salió con rumbo al patio trasero, que se elevaba sobre la arena que le daba la entrada a la playa, con sus pisos de mármol pulido y las enormes palmeras cocoteras que se mecían leve con la corriente de fresco aire, una piscina en cascada se mantenía serena frente a él, fluyendo pacíficamente con algunos pececillos dentro de la misma, el cielo se comenzaba a teñir de colores pasteles, rosa, naranja, lila y por muy en el fondo, el frío negro de la noche. Tomó asiento en uno de los sillones de caoba, dejando su espalda reposar en la almohadilla de seda rojo, que le daba la bienvenida a la comodidad, y miró al cielo con la mirada perdida.

Sabía que tarde o temprano terminaría hablando con ella.

Una criada se acercó a él con una bebida en mano, el ruido de lo que pronto serían fiestas se comenzaba a escuchar, traído por el viento, como susurros perdidos de la juventud que se desgasta a sí misma, la misma juventud que no le importa los estándares, la vida que deben de llevar o con quienes relacionarse, realmente detestaba ese mundo, esa... dimensión que no parecía ser más que una fantasía, un concepto abstracto de la humanidad a la que ya estaba acostumbrado durante muchos, muchos años, tampoco era como que le agradase estar ahí, tenía cosas mejores que hacer, tenía tanto que ver, tanto que manejar, pero cuando le dijeron que eran como unas vacaciones ¡Por lo que sea que haya afuera! No se pudo negar, años y años de estar encerrado en ese lugar, se sentía revitalizado y joven, por más que su apariencia no lo demostrara.

Esa noche en el manto, la luna brillaba enojada, se podría decir, casi molesta, era luna llena y no estaba preparado para habla con ella, con Miranda.

Terminó su bebida cuando la noche ya estaba asentada, ¿Cuanto tiempo pasó afuera? ¿Perdido en todo aquel mar de pensamientos?, se adentró de nuevo a aquella casa bien adornada, que rayaba con lo absurdo de una mansión al puro estilo inglés y de alta sociedad, los cubiertos chocaban con la cerámica y ahí estaban los menores pines cenando en compañía de Melody quien susurraba cosas al oído de Agatha que le hacían reír, intercambiando miradas cómplices con la chica castaña que sólo asentía cuando le hablaban o reía, dejando muy apartado al niño.

Oh, ese niño que se perdía en su propio mundo, rodeado de libros y una que otra página rayada, planos de experimentos y creaciones a futuro, él trato de soltar un bufido, aquel niño estaba siguiendo los pasos de su tío abuelo, y no era exactamente lo que quería para su futuro, y aunque estuviera en contra de sus propias reglas, le cambiaría aquel destino que no estaba escrito para él, porque su historia se modificó cuando Bill Cipher metió sus manos en el asunto.

~o~

Bajó las escaleras, una a una, a sabiendas de que ya era realmente tarde, eran la una de la mañana, con cuidado de no hacer ruido, sus pies casi flotaron sobre la madera, bajando con demasiada velocidad, sabiendo que ella estaba ahí, colándose por aquella ventana, en ese oscuro sótano, la luz lo iluminó y le hizo desacelerar, no la quería hacer esperar más, ¡Pero es que Dipper se negaba a dormir!, ¡Obviamente no era su culpa!, esa mujer tuvo que haberles enseñado por lo menos como criar a sus hijos.

Minutos antes de que se fueran a dormir, un escándalo en las habitaciones del ala este se presentó rompiendo toda la paz y el silencio en el que se mantenía la mansión, las voces amortiguadas de los chicos, cruzaban las paredes, ni Melody, ni Agatha se encontraban en casa y le tocaba a él lidiar contra los gemelos, era en su mayoría preocupante, nunca en su existencia los había escuchado pelear en esa magnitud y era más que nada porque el pequeño Dipper se mantenía manso ante su hermana, tan sumiso y cálido, no podía hacer más, ella era, sin embargo, su hermana, un pedazo de él que fue separado cuando nacieron, eran mellizos después de todo, eran dos almas distintas salidas de la misma alma, completamente extraño y sin sentido, pero con una gran verdad por detrás el lo veía, y eso al final no le impedía pedir por ellos a quien se que rigiera en ese lugar, porque se terminarían destruyendo a ellos mismos, ella lo estaba destruyendo, sin arreglo aparente, él se había desaparecido para siempre, ya no estaba dentro del destino del niño y a veces odiaba a ese descarado sin vergüenza que le burlaba cuando podía, y ahora que se había ido, algo dentro de él lo extrañaba y el desequilibrio que a veces provocaba, no era fácil cuando el lo cuido en sus momentos de debilidad, como un pequeño hermano que necesitaba de su ayuda, ayuda que estaba dispuesto a brindar luego de siglos y siglos de soledad.

- Mabel, ¡Dámelo por favor! – rogaba el chico, enfrente de lo que era la puerta abierta de la habitación de su hermana, quien sin pizca de remordimiento alguno le regalaba esa sonrisa aireada y de suficiencia, McGucket nunca esperó que aquel ángel fuera un verdadero demonio, y no era la primera vez que notaba, como podía hacerle la vida a cuadros a su hermano.

"¡No!" se mofó "¿Por qué debería?"

- ¡Es solo un peluche! – Volvió a reclamar, en la mano de la chica, el pequeño peluche de un triangulo de un ojo colgaba de una de sus bracitos, amenazando con romperse, Mabel lo apretó con más fuerza ante eso, sus ojos ardieron en rabia, era una guerra silenciosa contra ese ente, eso era más que un peluche, lo reconocería, era la marca que cambio la ruta y vida de todos, era aquello que daba la pauta a una nueva vida, una nueva clase entre los humanos, era, lo que había despertado de las entrañas de la tierra, porque el día que él regresó, algo más lo acompañó.

Decidió intervenir, "¿Qué está pasando aquí?" Pregunto, tan cálido y comprensivo, Mabel cambió por completo, siendo esa dulce niña que siempre aparentó ser, Dipper bufó y giro a ver al hombre a quien le rogaba por ayuda en su mirada,

"Dipper me está molestando" Mason brincó

- No es cierto, ¡Está mintiendo!, me quitó mi peluche y no me lo quiere dar - reprochó, un puchero quiso aparecerse en su cara, el hombre suspiró.

"Mabel, por favor"

"¡¿Qué?! Pero-" el hombre no tuvo que decir nada más, simplemente la observó, ella dejó caer los hombros rendida, entregó el peluche que tanto repudio le daba y se encerró en la alcoba con un portazo, su mellizo hizo lo mismo cuando el señor le entregó el peluche en mano, luego de eso no quedó más que oscuridad, soledad y silencio en pasillo, siendo cortados por la luz que se colaba por la rendija de la puerta del castaño y sus ahogados sollozos, su corazón se achicó, no tuvo la valentía de consolarlo siquiera, y se quedó ahí escuchándolo llorar.

La mujer en su impecable vestido blanco con dorado lo esperaba, aporreando su tacón contra el cemento frío y viejo, su mirada delataba desesperación y furia, desesperación y algo que logró captar como compasión. El hombre tomo su forma y cuerpo habitual, un suspiró abandonó sus labios.

"Buenas noches, Miranda"

"Buenas noches, David, creo que sabes a que he venido" 

𝐃𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐋𝐚 𝐎𝐬𝐜𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐁𝐢𝐥𝐥𝐝𝐢𝐩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora