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El invierno llegó verdaderamente rápido. Jimin había terminado de tejer su abrigo a duras penas para cuando el frío barrió toda la ciudad.

No odiaba esas fechas, sólo porque eran vacaciones y porque existía un momento realmente sagrado para él, que era enterrarse con una manta en el sillón y tomar una infusión caliente.

Su cuerpo no aguantaba temperaturas muy bajas y era propenso a pescar un resfriado. Además de que con tantas capas de ropa apenas lograba moverse por el campus, caminando como si fuera un bebé en pañales. Así que, aprovechando de que comenzaban las vacaciones, se encerraba en casa y decidía vivir como un koala, durmiendo.

Sus exámenes finales estuvieron a punto de darle un aneurisma por el estrés. Bueno, tal vez no tan exagerado, pero él había estado tan agobiado que se le cayó el cabello. Sin embargo, terminó aprobando y por ahora podía descansar de los estudios.

También estaba libre del trabajo por una semana, por lo que comenzó su ritual de hibernar, posicionándose en el sofá y encendiendo el televisor. Puso su serie favorita y metió sólo los pies dentro de la frazada de algodón.

En su pequeña sala de estar no hacía frío, porque el calefactor estaba encendido a toda potencia. La factura del gas iba a costarles una fortuna, pero a opinión de Jimin, era totalmente necesario si no quería morir congelado.

Escuchó los pasos de Jungkook atravesar la sala y dirigirse a la cocina. Procuró no prestar atención, pero su mente salía del modo automático cuando él estaba cerca, estando atenta a cada movimiento del pelinegro. Oyó el retumbar de ollas y, después de un tiempo, el crepitar de algo que pegaba contra una tapa. Mientras, Jungkook entonó una canción que nunca había oído. Se le hizo conocida, pero en sus recuerdos no pudo dar con ella.

Era tan bello oírlo cantar, que Jimin se olvidó por completo de la serie.

Luego de minutos, Jungkook apareció a su costado con un cuenco lleno de palomitas de maíz.

—Hazme espacio. —indicó, dejando el recipiente en la mesa ratonera.

Se sentó justo a su lado, con los costados rozándose. Jimin se movió por inercia más allá. Debía hacer que el contacto no se prolongara lo suficiente. Por más que la tela los separara, su piel quemaba, y siempre fue más fácil alejarse.

—¿La estás viendo otra vez? —el pelinegro se refirió a la serie en pantalla. Revoleó los ojos, pero la sonrisa delató que no estaba verdaderamente quejándose.

—Es mi favorita. —contestó él, elevando la barbilla—. Además, pensé que tenías planes.

Jimin se mordió la lengua, deseando que el tono mordaz no hubiera llegado a los oídos de Jungkook. Si lo hizo, no le prestó atención, porque se inclinó para tomar un puñado de palomitas.

—Sí, es sólo que... hace tiempo que no pasamos una tarde juntos.

Jimin no dijo nada. Era verdad. Apenas tenían tiempo de verse la cara. Los chistes, las charlas serias, y las tonterías que solían hacer se volvieron cosas inusuales en su relación. Y Park estaba tan asustado. No sabía cómo cerrar la brecha que se estaba creando, y le dolía perder lentamente a su mejor amigo. Porque a pesar de que le lastimaba su amor unilateral, lo último que quería era que la unión que tenían se desvaneciera, ya que significaba que la conexión que habían encontrado el uno en el otro como compañeros hacía años atrás no era lo suficientemente fuerte como para contrarrestar altibajos.

Se encargó de subir el volumen y robar las palomitas de la palma de Jungkook. Jeon era muy inquieto desde niño, por eso, en un minuto estaba con los pies en el suelo y al siguiente se encontraba con los pies en el reposabrazos. Park estaba acostumbrado, soportando el movimiento a su lado.

Can I be him?  *Kookmin*Where stories live. Discover now