11. Estación de trenes

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Dana vomitó una vez más, con arcadas que hacían que su estómago subiera y terminara echando la bilis porque no había comido nada

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Dana vomitó una vez más, con arcadas que hacían que su estómago subiera y terminara echando la bilis porque no había comido nada. El sabor agrio le quemaba la boca y las lágrimas caían junto a sus pies. Se limpió los labios con las manos, haciendo una mueca y evitando mirar a los cuerpos destrozados que encontró junto a ella. Con los dedos trémulos, se acercó a los caballos pero ellos trataron de alejarse tirando de las riendas con desesperación. Habían visto lo que habían ocurrido y no confiaban en la muchacha.

Ella los tranquilizó susurrándoles para poder soltarlos. No iba a dejarlos abandonados porque era muy probable que murieran de inanición si nadie llegaba a encontrarlos. Cuando desató el último, pensó con desazón que podría haberle pedido a Loy que le enseñara a cabalgar, y pensar en el muchacho le dolió casi como encontrar aquellos bandidos asesinados por sus propios poderes. Se estremeció al imaginar que la magia podía dominarla y dejarla fuera de control, actuando por cuenta propia guiada por sus emociones y salvando su vida. Sin embargo, no iba a permitir que ese lado malvado que Loy tanto odiaba saliera a la luz.

Entonces huyó, corrió con las pocas fuerzas que le quedaban, con las ganas de dejar atrás esa escena que no iba a lograr quitar nunca de su cabeza, alejándose más y más de la vida pacífica y feliz que había tenido en el rancho. Al fin y al cabo, los momentos de alegría eran tan efímeros como la vida misma.

Se mantuvo cerca de la carretera pero siguió caminando a través del bosque para ocultarse por si se cruzaba con militares. No supo cuánto tiempo estuvo andando a tropezones, solo que cuando el amanecer llegó, el hambre volvía a atacarla y se sentía a punto de desmayar. Tenía cortes y arañazos por los árboles y arbustos a su paso, y la magia parecía ausente, negándose a ayudarla.

Fue entonces cuando vio su salvación: una estación de trenes.

No pudo pegar el ojo en todo lo que quedaba de la noche, así que cuando los primeros rayos de sol golpearon la ventana se levantó a prepararse un café recargado, añorando el que le preparaba su madre

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No pudo pegar el ojo en todo lo que quedaba de la noche, así que cuando los primeros rayos de sol golpearon la ventana se levantó a prepararse un café recargado, añorando el que le preparaba su madre. Al regresar de la casa de los Godoy, se había puesto a reparar la puerta y a ordenar un poco el caos que había en el rancho tras la captura de Mey. Había evitado el sofá de Dana, pero al llegar a su dormitorio no podía quitarse de la cabeza la noche en que habían compartido la cama durante la tormenta.

La chica del Cubo - Saga Dioses del Cubo 1 (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora