24. Rincones del Castillo Verde

10.5K 1K 152
                                    

Selba caminaba de un lado a otro en el salón de Asuntos Internos, con el Cubo brillando en su cuello cada vez que daba alguna orden a sus Ancestros o verificaba los datos que le ofrecía sobre los fugitivos que habían arribado a su Territorio desde...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Selba caminaba de un lado a otro en el salón de Asuntos Internos, con el Cubo brillando en su cuello cada vez que daba alguna orden a sus Ancestros o verificaba los datos que le ofrecía sobre los fugitivos que habían arribado a su Territorio desde el Violeta, huyendo de un ataque de los rojos y soldados violetas. Mandó interrogar a los que no tenían documentos y se quedó con la información más valiosa: estaban en una especie de guerra civil. Necesitaba saber más.

Se detuvo apoyando las manos en la mesa circular blanca que estaba en el centro, cuyo mapa del Territorio estaba bajo el vidrio que cubría la mesa. Se quedó mirando el vacío por el ventanal que daba a la ciudad de Sauta y se dejó caer en uno de los cojines de costuras verde manzana que usaban para descansar. Para que las reuniones fueran más amenas y tranquilas, habían decidido no usar sillas, sino que fueron reemplazadas por almohadones grandes y cómodos.

Además, por la privacidad que brindaba sus paredes a prueba de sonido, usaba la sala para sus conversaciones con Fei Long, su mejor amigo. A él era quien esperaba ese momento, aguardando que Rumi le diera aviso de tan importante llamado.

—Selba.

El hombre había entrado tan silencioso que tomó a la diosa por sorpresa. Ella se levantó de un salto, girándose hacia él.

—¡Fei! —exclamó llevando una mano hacia su pendiente de forma inconsciente.

Su mirada intensa, de ojos rasgados e iris de color zafiro, hicieron que ella desviara los suyos. Llevaba el cabello azul eléctrico peinado con cuidado y el flequillo le cubría apenas la frente. Esbozó una sonrisa casi imperceptible y con las manos en la espalda, hizo una leve reverencia en un típico saludo de su territorio.

—¿Por qué me llamaste con tanta prisa? —indagó.

La diosa Verde dio un par de vueltas por la habitación con las manos en las sienes.

—Tengo a la diosa Violeta en las mazmorras, ¡y dice ser la primera generación! —exclamó mientras él la observaba sin inmutarse—. ¡Y que tiene al Cubo en su estado natural!

Fei Long frunció el ceño, y abrió los ojos, mas fue el único gesto en su rostro que mostró sorpresa. Levó la mano hacia el anillo que tenía en la izquierda y lo giró entre los dedos, distraído. Era una joya de plata, con un diminuto Cubo sujeto a él de colores que variaban en tonos de azul, como un zafiro vivo y cambiante.

—¿Y le crees? —preguntó el Dios Azul con la voz sin emoción.

—Es una niñata contestona e irresponsable, pero no miente.

—¿Aún sabiendo eso la mantienes cautiva?

Selba bufó, cruzándose de brazos con una sonrisa llena de desdén.

—Rompió varias reglas, no voy a arriesgarme con una muchachita que prefiere morir al suponer muerto a su amado.

Hubo un intercambio incómodo de miradas que separaron con rapidez. Fei Long suspiró y Selba se frotó los brazos erizados, poniéndose a caminar por la habitación para que sus tacones ahogaran el silencio. El dios Azul fue el que lo rompió para pedirle que lo llevara con ella. La diosa Verde estuvo de acuerdo y llevó a ambos hasta las mazmorras con un chasquido de dedos.

La chica del Cubo - Saga Dioses del Cubo 1 (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora