27. Discusiones y reproches

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Se sentía agotada, pero no lograba conciliar el sueño

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Se sentía agotada, pero no lograba conciliar el sueño. Dana se quedó tendida en la cama, con los pies helados y la mirada fija en el techo de dosel con los dedos aferrados en el acolchado púrpura. El dormitorio que le habían asignado parecía aún mayor de lo que era, o ella sentía que se había empequeñecido.

Era un alivio enorme saber que nunca más tendría que volver a estar encerrada dentro del Cubo, sino que lo tendría a su lado como su compañero. Sin embargo, pensar en él de esa forma, como un adorno o un accesorio, sentía que lo estaba subordinando, convirtiéndolo en una mera mascota. Trataría de que él no se sintiera así.

Lo otro que le preocupaba era tener que enfrentarse a Ozai, no se sentía preparada para ello. Eso implicaba, si todo salía bien, que debía asumir su rol de diosa y eso le aterraba muchísimo. De todas formas, sabía que contaba con el apoyo de sus nuevos hermanos dioses, ya que de forma implícita aceptó ser parte del Consejo. Lo único que le dolía de toda esa situación eran las reglas, en realidad, solo una de ellas.

Cuando la Asamblea terminó, Loy se limitó a seguir al Ancestro de Fei Long hasta el lado del Castillo destinado a sus dormitorios. Dana se quedó con las ganas de hablar con él atoradas en la garganta, pero después de lo que le había dicho el Dios Azul, no quiso seguir ahondando el tema.

Dio vueltas en la cama sin poder dormir. Ya era madrugada cuando el viento comenzó a silbar con fuerza, azotando contra la ventana cerrada del balcón haciéndola estremecer. El cielo se llenó de truenos y relámpagos y Dana se quedó temblando bajo las mantas, recordando que la última vez que tuvo que enfrentar una noche de tormenta había estado con Loy.

Cuando un trueno resonó justo encima del castillo, no dudó en saltar de la cama y salir al exterior de su dormitorio en dirección al cuarto del muchacho, pero así que sintió el frío del pasillo bajo las medias se dio cuenta que no tenía idea de dónde quedaba.

El cielo volvió a crujir con más intensidad y lo único que atinó a hacer fue correr. Se sintió perdida y la semejanza de aquel castillo con el suyo propio le recordó el día en que despertó y escapó en el medio de un temporal que ella misma provocó. Llegó a una bifurcación y tomó hacia la derecha, dándose de lleno contra un cuerpo que resultó ser Selba con una expresión molesta. Vestía un camisón holgado y el pendiente del cubo brillaba en tonos de verde lima haciendo destellos contra la tela de su ropa.

Dana retrocedió, agitada. Se mordió los labios a espera de la reprimenda.

—¿Eres sorda o lo estás haciendo adrede?

—Es que… Necesito hablar con él.

La diosa Verde resopló, poniendo los ojos en blanco al escucharla tratando de excusarse.

—Quizá no lo sepas, pero una de las habilidades de ser una diosa es conocer lo que ocurre en su territorio —comentó. Sujetó el pendiente con una mano cerrándolo en su puño—. Incluso ahora sé que estás aterrada por una tonta tormenta y quieres refugiarte en los brazos de tu amado. —Su tono de burla fue duro y la muchacha sintió sus mejillas incendiándose, avergonzada y descubierta. —¿Qué parte de que no puedes enamorarte no entiendes?

La chica del Cubo - Saga Dioses del Cubo 1 (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora