16. Pérdidas familiares

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 —Dana, entrégame mi bebé

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—Dana, entrégame mi bebé.

Con un respingo, la muchacha miró hacia la mujer, sin darse cuenta que había estado absorta algunos segundos contemplando a la bebé. La pequeña comenzaba a retorcerse y apretar los puños, buscando el pecho para alimentarse, así que Dana se lo entregó con rapidez. La calidez que había sentido al tenerla en sus brazos se desvaneció, rompiendo ese momento mágico.

La mujer estrechó a su hija contra su pecho mientras la contemplaba con asombro y luego lloraba con lágrimas silenciosas. Esbozó una sonrisa trémula, más pareciendo una mueca cansina, y levantó los ojos hacia Dana.

—¿Por qué? —indagó la muchacha aterrada, por completo confundida—. ¿Ya no existe un dios Rojo en el Territorio Rojo? ¿Entonces por qué nació otra diosa? —Su voz se intensificó a medida que se daba cuenta que habían muchas, demasiadas cosas que desconocía. Como por ejemplo, su propio nacimiento.

La mujer negó con la cabeza, desconcertada. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y apretó los labios. La anciana que había ayudado en el parto, al ver la situación, se acercó a Dana e hizo una leve reverencia para llamarle la atención.

—Disculpe, su divinidad, pero ella debe descansar. Podrá venir a verla cuando esté recuperada.

Asintió al darse cuenta que estaba siendo demasiado grosera. Movió la mano con nerviosismo, debatiéndose entre tomarle la mano o tocarle el hombro a modo de despedida, pero quedó estrujándose los dedos.

—Dime tu nombre, por favor —pidió.

—Lia Byriam —le respondió mientras acariciaba mecánicamente la cabeza de su pequeña—. Ven más tarde, así podré responder sus dudas y usted a las mías.

Dana asintió en conformidad y se giró hacia las demás mujeres que estaban presentes.

—Por favor, no mencionen lo de la niña. Por el momento será secreto —dijo tratando que de su voz no flaqueara. Ellas estuvieron de acuerdo e hicieron con una reverencia para rematar.

Satisfecha, volvió al salón y se encontró con varias personas que estaban esperando por noticias. Dana tomó aire y levantó el mentón, buscando otra vez la confianza para hablar.

—Es una niña sana y fuerte —dijo entonces, repitiendo las palabras de la partera.

Hubo varios vítores y sonrisas, y ella se quedó pensando en la forma en la que ellos se alegraban por alguien más, por la nueva vida que venía al mundo. Volvió a cuestionarse el por qué ella se había encerrado, cómo había podido ignorar todo aquello. Con una opresión en el pecho por las dudas que la carcomían, se dirigió al pasillo que llevaba a su dormitorio.

No entendía cómo podían haber dos dioses rojos a la vez. Apenas tenía conocimiento del gobernante actual, el que había ordenado invadir el suyo cinco años atrás. También recordó a Júpiter pidiéndole perdón por haber dejado escapar información en el territorio enemigo, mencionando que nunca creyó que ella lo traicionaría. Como Lía había pedido disculpas también, quizá era quién lo había traicionado, pero no podría corroborarlo hasta discutirlo con ella.

La chica del Cubo - Saga Dioses del Cubo 1 (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora