Prefacio

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Había una chica encerrada en un Cubo, en el interior de un Castillo en lo alto de una colina, en una tierra muy lejana de nuestro tiempo

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Había una chica encerrada en un Cubo, en el interior de un Castillo en lo alto de una colina, en una tierra muy lejana de nuestro tiempo. Desde allí ella podía controlar todo lo que le rodeaba, desde el clima hasta la vida de las personas de aquellas tierras.

El Cubo existía desde el principio de ese mundo. Tres peregrinos, sobrevivientes en ese paraje oculto en el medio de un bosque, dieron con él en un día de tormenta. Al principio no podían creer lo que sus ojos veían: ese algo era vivo, palpitante, brillando con la dureza del cristal bajo los relámpagos. Se mantenía siempre inmóvil, como un monumento cargado de magia y misterio, sin embargo hablaba sin voz, mostrando sus deseos de forma peculiar y dominante. Los llamó Ancestros y les dio tres órdenes: erigir el castillo, fundar el pueblo y buscar a la portadora de la magia: la diosa del Cubo.

Entonces, cuando los años habían pasado perezosos y deslizándose sobre el castillo, una recién nacida fue abandonada en las escaleras de la entrada. Nunca supieron si había caído del cielo o brotado de la tierra, sin embargo no había dudas que ella era quién habían estado esperando todo ese tiempo. Tenía el cabello y los ojos violeta como las flores de glicinas, de ese mismo tono que mostraba el Cubo en remolinos en sus paredes.

Dana fue el nombre que le dieron.

Cuando los Ancestros entregaron la niña al Cubo, este la absorbió para sí. La encerró en su interior y esperó, mientras ella crecía sin llorar, sin comer o beber. Las seis caras internas le mostraban lo que ocurría en esas tierras y desde pequeña comenzó a aprender a dominar lo que la rodeaba. También se educó con sus consejeros sobre la vida, sobre las reglas, sobre lo que la magia no le enseñaba.

Pero incluso con esto, ella no se sentía satisfecha. Carente de sensaciones y de emociones, apenas podía hacerse cargo de todo, intentando tener un orden dentro del caos. Había momentos en lo que perdía el control, causando inviernos gélidos, veranos que quemaban plantaciones o plagas descontroladas. Aunque también cuando volvía a dominar la magia, había tiempos de paz y armonía.

Cuando llegó a los dieciséis años, pensó que la humanidad no valía la pena, que aquello era lo más aburrido que podría existir. Y se encerró, además del interior del Cubo, en sí misma. Entró en un sueño profundo del cual no quería despertar jamás.

Así como la vida no es eterna, ni el sueño más profundo tampoco lo es. Entonces, cuando sus ojos volvieron a abrirse ochocientos años después y se encontraron con la misma existencia que había dejado, Dana huyó.  



La chica del Cubo - Saga Dioses del Cubo 1 (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora