Capítulo 23 - Convivencia

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Julieta y Solange llegaron a primera hora de la mañana, en el día de la fiesta, al lugar de la cita cerca del Zócalo

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Julieta y Solange llegaron a primera hora de la mañana, en el día de la fiesta, al lugar de la cita cerca del Zócalo. Aquello tenía tanta importancia que había una enorme preparación previa.

Sus peinados, más despeinados que peinados, y pijamas, estaban estratégicamente planeados para simular que no les importaba, aunque sus ojeras indicaban que no habían podido dormir en toda la noche.

Julieta dio un último vistazo a la tarjeta que les dieron para corroborar la dirección antes de tocar el timbre. La puerta enorme de madera se abrió casi de inmediato. Pudieron escuchar diversas voces en un cuchicheo en la parte de arriba, varias secadoras de pelo sonando al mismo tiempo, así como una mezcla de olores entre acrílicos, jabón, shampoo y perfumes.

—¿Señora Dulce? —preguntó Julieta.

—Llegan tarde.

Solange volteó hacia Julieta en cierto pánico, se le hacía que la señora se asemejaba mucho en su actitud a la casamentera de Mulán pero nadie, NADIE le daba esa actitud a Julieta en la mañana.

Su jefa de equipo de bajo los lentes de sol para mirarla directamente y dio un respiro antes de hablar, como para apaciguar su ira.

—Ok cálmese, no había lugares para estacionarse —le dijo Julieta lo más tranquila posible mirando su reloj—. Literal estamos un minuto tarde.

—¿No trajeron nada?

—Dijeron que aquí nos darían todo —dijo Solange con cierta ansiedad.

—Sí pero usualmente traen un vestido al menos. Es el único momento en el que se les permite usar color. Parece como si quisieran estar en cualquier lugar antes que este.

Solange vio como las fosas nasales de Julieta se inflaban al tiempo que forzaba una sonrisa. Una pre-elite no podía ser contestona. Obedecer era vital para alguien en su posición si quería llegar a elite.

Habían tres tipos de persona en esos arreglos matrimoniales: Cazadores, deportistas de alto rendimiento, personas con genética interesante  y gente bastante adinerada.

En general, los cazadores morían jóvenes y dejaban herencias enormes. Por tanto, era primordiar casarlos y obtener descendencia tan pronto fuera posible.

A aquellos cazadores que lograban reproducirse, se les daba prioriodad al aplicar para puestos mayores fuera del patrullaje y las misiones, y eso para muchos era un incentivo jugoso.

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