CAPÍTULO 30 (REESCRITO)

37K 3.8K 1.5K
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—¿Estás segura de esto?

Cerré la puerta de la habitación y miré a Keith con mi rostro totalmente serio.

¿Que si estaba segura al cien por cien de mi decisión? Por supuesto que no, pero también pensaba que era lo mejor. Además, tendría apoyo. Mi madre me acompañaría, y no dudaba que sería igual de difícil para ella como para mí. Quizás incluso más.

Di dos pasos hacia él y compuse una sonrisa. No era falsa del todo, aunque no tuviese realmente ganas de sonreír. Pero sí de darle tranquilidad.

—Es lo que debo hacer.

—Eso no significa que sea lo que quieras hacer.

—¿Hay diferencia?

Keith entrecerró los ojos y terminó de acercarse a mí. Sus manos tomaron las mías, y sentí como mi burbuja de espacio personal se expandía hacia él, absorbiéndole, haciéndolo tomar parte.

—Claro que la hay. Y si no quieres no deberías hacerlo.

Entonces jamás saldría de mi zona de confort.

—Es lo que necesito —confirmé, decidida—. Además, no estaré sola.

Mi madre dijo que iría conmigo. No es que no estuviese segura de dejarme con él a solas, sino que estaba intranquila por mí. Necesitaba estar a mi lado.

Y necesitaba sobre todo formar parte.

—¿Quieres que vaya yo también? —Preguntó.

Y Keith nunca preguntaba. Él actuaba. Hacía lo que le daba la gana.

—No intervendré si no quieres —me aseguró.

Tomé aire y negué con la cabeza.

—Creo que esto es algo de mi madre y yo.

Algo a lo que las dos nos enfrentaríamos. Y algo que debíamos hacer.

Él asintió, y antes de que lo viese venir, tiró de mis brazos contra él y nuestros cuerpos se estrellaron, fundiéndose en un suave abrazo cuando me rodeó por la espalda y sentí el latido de su corazón.

—Cualquier cosa que necesites, ahí estaré —susurró contra mi oído.

Su aliento se fue esparciendo por mi piel, erizándola, llamándola...

Sentí como sus manos comenzaban a alejarse, y al mismo tiempo mi cuerpo a extrañarlas. Incluso si no se habían apartado del todo...

—¿Estarás?

Los ojos de Keith brillaron sobre los míos cuando mis dedos se aferraron a los suyos.

Llevábamos bastante tiempo siendo amigos.

El sexy chico invisible que duerme en mi cama  © | REESCRIBIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora