Déjenme contarles una historia, pero no una cualquiera,si no una que se sitúa en las más calorosas y peligrosas arenas del desierto, donde en un descuido, puedes perderte, entre todo aquel lugar un reino había, donde el sultán era muy bien respetado...
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El castaño miró el jardín del palacio y suspiro pesadamente, Chuya estaba por decir algo, pero al ver cómo su contrario se subió al balcón comenzando a caminar por este decidió callar.
-Bueno, comenzaré con lo más tradicional de mi historia, mi madre se enamoró de un dios, dejando de lado las cosas más importantes, poco después de comenzar su relación nací yo, gracias al profundo amor qué ambos se tenían o al menos eso dijo ella, tuve una infancia buena o al menos eso quisiera decir, puesto que cuando ella murió todos en el palacio me trataban muy mal, fui encerrado en mi habitación por dos años, hasta que pude escapar, nadie me reconocía como el hijo legítimo, cuando me entere de que tenía un hermano pequeño fue algo sorprendente y más al ver la diferencia de tratos, a él lo trataban como el mejor, servían, vestían bien, inclusive mimaban mientras que a mí me daban miradas de desprecio y ropas de la peor calidad. Tuve una amiga pero ella simplemente me traicionó no confío fácilmente en alguien.
Chuya se sorprendió ante esa información, no esperaba tal declaración, el castaño mientras contaba eso sonreía y de vez en cuando soltaba una que otra risa, eso no era normal y lo sabía, pero era la única forma de expresarse o de alguna manera decir, nadie le enseñó lo que era tener una emoción de arrepentimiento o tristeza al menos para fingir, ante los ojos del más bajo era una visión muy retorcida, sin esperar mucho se acercó a él también subiendo al balcón.
El castaño le miró sin impresionarse, Chuya tocó sus manos tomándola y apretándolas un poco, le dedico una mirada entre triste y melancólica, por un momento Dazai sintió sus piernas temblar y estar por caer pero se detuvo
-No pensé que podrías sentirte de esa manera
-Claro que no, después de todo solo saben chismes y juzgan sin saber.
-No me refiero... Dazai, estás llorando.
El castaño apartó una de sus manos y la coloco en sus mejillas sintiendolas húmedas, era verdad, le era raro e incómodo, no quería sentir, si se vería patético prefería no tener sentimientos, trato de apartarse, pero el de menor estatura no lo dejo
-Déjame - dijo algo incómodo -
-¿Por qué quieres alejarte?
-N-No te importa, solo déjame ir
-No lo haré, no te dejaré irte hasta que me expliques qué pasa
-¡Tengo miedo, aléjate!
Chuya se sorprendió y le miró detenidamente, el castaño temblaba y agacha a la mirada, aunque pareciera raro, sonrió, para acto seguido soltarse y bajarse del balcón, estirando una de sus manos al castaño que aún con lágrimas le miraba atento a cualquier movimiento del pelo-naranja. Pareciera como si tuviera miedo a que le dañara una reacción rara en el.
