Capítulo 8

484 59 72
                                    


Dedicado a @atrapagabiotas

¡Efectivamente era Amazona :D

Nota: La próxima semana, me voy de vacaciones. Al lugar donde iré no hay muy buena señal, no obstante, me esforzaré en dejar guardadito el capítulo 9 (un capítulo POTENTÍSIMO) para que solo pueda llegar y presionar "publicar". Gracias por quienes han elegido seguir sujetos a esta historia náutica y misteriosa. Cada votito de amor y comentario me hace muy feliz. 




Capítulo 8.

"Lo real maravilloso"

En la realidad existen cosas maravillosas, inexplicables, que conviven dentro de una cultura sin explicación y para las que, en cierta forma, es requerida la «fe» o el «amor» /Alejo Carpentier.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Un salón del siglo xix. Una decoración sólida y propia; paredes altas por sobre el promedio, pintadas con tonos beiges y grisáceos. Cuando la línea entre la muralla y el cielo se unían, los detalles en color negro estaban sobre la superficie. Las cortinas, elegantes y recargadas, muy renacentista o cortesano como diría madame, Adeline.

—Ese espejo quedaría mejor del lado izquierdo, querido. —sugirió madame. Lucía un traje deslumbrante, reflejo de la pompa y la sofisticación que le caracterizaba. —Frank, ¿los cuadros de tu abuela dónde los has dejado?

A quién le hablaba, su hijo, parecía absorto a toda conversación. Su mirada centrada en las lámparas de vidrio inmensas, acentuadas con relieves geométricos situadas sobre las paredes en un color de fondo de tono tostado.

—¡Frank! —Adeline exclamó tomando su amplio vestido. A paso raudo llegó donde la figura de su hijo, tomando el codo de éste. El chico al sentir el roce, se giró automáticamente. —Te estoy hablando, jovencito.

—Oh —articuló. Sus ojos esmeraldas reposaron ahora sobre el rostro indignado de ella. —Mil disculpas. Estaba mirando...

—Sí, te vi. —ante puso ella. —¿Dónde están los cuadros de mi madre?

Frank se encogió de hombros. —No tengo como saber eso. ¿No eran los jornales a quienes habías encomendado dicha tarea?

—¡No me digas lo que es obvio! —exasperada, caminó hasta el ventanal que daba justo hacia el enorme antejardín. —Tendré que esperar.

—Puedo ir a consultar —se ofreció, Frank mientras rascaba nervioso su cuello adornado por el cravat blanco de encaje.

—No.

Amazona «ls»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora