Capítulo 11

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Feliz día del amor. ♥ y todas las diversas formas en su manifestación. Capítulo dedicado a todos quienes somos team amordisney (Todo este episodio fue inspirado por la canción Religion de Lana Del Rey) ¡disfruten! 


Capítulo 11.

La nostra religió

"Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo." (J.L Borges) 


El olor a tierra mojada, el sonido del viento que les hacía el amor a los árboles

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El olor a tierra mojada, el sonido del viento que les hacía el amor a los árboles. El coor del cielo; gris y blanco. No estaba el sol, ya no estaba el calor, por el contrario, solo resistía lo que la lluvia de hace dos horas atrás había dejado.

Aquellos ojos claros, miraron desde la distancia el castillo. En su corazón sabía que una de las mejores elecciones que pudo haber dictado era, escapar. Aun cuando eso significaba dejar atrás tantos recuerdos, suspiros y besos.

—¡Harvey! —gritaron a su espalda. Giró sobre sus talones, las botas cafés le daban una imagen de jinete experto, el cual no era.

Apreció el rostro desconsolado que su príncipe lucía. No estaba en sus planes de huida que Frank Styles lo encontrara. Organizó todo de tal forma en que lo único que pudiese hacerlo retroceder, quedara bloqueado de información.

—No debe... estar aquí. —Harvey articuló. Sus ojos miraban consternadamente la figura empapada del señorito. Frank estaba hecho un desastre.

—Te ibas a ir —comenzó, el príncipe—, me ibas a abandonar como un vulgar comerciante del mercado negro.

—La comparación no tiene lógica, perdón.

—¿Qué sabes tú de lógica? —ante puso, Frank dando dos pasos más cerca—. No llevas equipaje. Los ladrones se van con lo puesto.

—Yo ya he guardado en mi corazón el único equipaje que necesito para resistir.

Frank entre abrió sus labios, quería responder rápido. —¿Cuál equipaje?

—Todos tus besos. —contestó Harvey. Acortó la distancia para tomar entre sus manos el rostro lívido y mojado de su amor—. Te han engañado, te han dicho que soy alguien que tú no conoces, pero lo haces. —sin resistir, acercó sus pulgares hasta los labios del otro—. Me conociste en cada beso, cada caricia, sabes que no soy ese tal mentiroso.

—Sí lo eres —logró contestar, sumido en las caricias íntimas y dolorosas, Frank—. Te estas marchando. Me estás dejando...

—No.

—Sí. —Frank llevó sus manos y las dejó sobre las de Harvey—. Si no robaste ningún cuadro, si no hiciste tal cosa ¿por qué te vas?

—Me voy porque no me estoy dando cuenta de cuánto más podré resistir sin ti.

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