Capítulo 10

300 38 1
                                    

Cuando regresamos de la cabaña, Lisa y yo pasamos por comisaría a dejarle el paquete manchado de sangre a un perplejo Wright y luego fuimos a casa de Lisa. En el instante en que cruzamos la puerta adiviné que lo que más
deseaba Lisa en el mundo era volver a irse de allí. Entró en la sala de estar muy despacio. Su madre estaba sentada en el mismo sillón donde había pasado todo el velatorio de Jisoo. La televisión estaba encendida, pero me dio
la impresión de que no la estaba viendo. Tenía la mirada perdida y no se movía. Solo podías adivinar que seguía con vida por el movimiento de su pecho al respirar.

—Hola, Eloise —dije a la estatua en la que se había convertido la madre de Lisa.

La mujer ni siquiera parpadeó. Miré a Lisa, pidiéndole ayuda.
Lisa movió la cabeza con discreción y fue como si sus labios perdieran volumen. Imaginé que aquella coraza era la actitud habitual de su madre en
aquellos momentos.

—Subamos a mi habitación —dijo.

Miré una vez más a su madre y seguí a Lisa. Eloise tenía los ojos
enrojecidos y hundidos. El cabello grasiento y recogido en una cola de caballo alta y descuidada. Daba la impresión de que había desconectado del mundo hacía días y que se había abandonado por completo.

—¿Se encuentra bien? —le pregunté a Lisa.

Esperé a llegar al piso de arriba, aunque creo que ni siquiera se habría enterado si me hubiese oído formularle la pregunta a Lisa justo delante de
ella.

—La verdad es que no.

Empujó la puerta y me indicó con un gesto que pasara yo primero.

«Caray, es capaz incluso de comportarse como una Dama.»La habitación era sencilla y apenas tenía decoración. Las paredes
estaban pintadas de un tono azul claro anodino y no tenían nada colgado que las personalizara un poco. El mobiliario consistía en una cama de matrimonio, una mesita de noche y un armario. En la pared de enfrente de la cama había un televisor de pantalla plana que parecía bastante antiguo, y supuse que iría a parar allí cuando lo sustituyeron en alguna parte de la casa por otro más nuevo. Imaginé a Eloise comprando un aparato nuevo para el salón y diciendo: «El viejo podemos dejarlo en el cuarto de Lisa».

El dormitorio de Lisa me recordaba a la habitación de un hotel barato.

—Nunca he pasado mucho tiempo aquí —me comentó.

—Está bien. —No entendía por qué tenía que darme explicaciones. A mí me daba igual el aspecto que tuviera su cuarto—. ¿Has tenido noticias de Wright?

—No, pero no me extraña, porque hace apenas dos minutos que salimos de allí.— Me senté en la cama.

—Tienes razón, pero es que estoy impaciente.

—Siéntete como en casa, por favor —dijo, medio en broma. Y añadió
—: Creo que lo hace a propósito.

—¿El qué? ¿No decirnos nada?—Se dejó caer en la cama y boté.

—Sí. Tal vez pienses que se dedica las veinticuatro horas del día a
nuestro caso, pero dudo mucho que sea así. Sea lo que sea que esperemos nosotros, él seguro que está haciendo lo contrario.

—Para liarnos. No parece un detective muy normal.

—No sé —dijo Lisa, encogiéndose de hombros con indiferencia—. Si
yo tuviese su cargo, creo que sería creída y arrogante.— Resoplé y me miró con sorna: si ella tuviese su cargo...—Sigamos —dijo. Su mirada me dio a entender que se lo estaba pasando en grande—. ¿Qué actividades divertidas nos tienes preparadas? ¿Abrir tumbas? ¿Rastrear las cloacas?

La cabaña - adaptación Jenlisa G!PWhere stories live. Discover now