Capítulo 20

257 39 4
                                    

—Es buena idea, ¿verdad? —le pregunté a Lisa por décima vez.
Estábamos dentro del coche, mirando la puerta de la comisaría, y
necesitaba su confirmación. Me lanzó una mirada.

—No.

—¿Por qué te muestras tan contraria?

—¡Ya te lo he dicho! Es mala idea; pero, oye, el espectáculo es tuyo.

—¿Espectáculo? —dije entre dientes—. ¡Esto no es ningún juego, Lisa! Y, si lo es, me gustaría que alguien me explicara sus malditas reglas.

—Tranquilízate —dijo Lisa, bajando la voz—. No quería decir eso, ¿vale? Entraré contigo, pero luego que no te pille por sorpresa si todo esto se
vuelve en nuestra contra. Lo único que me preocupa es que acabe
haciéndonos parecer más sospechosas.

—Lisa —dije. Me acerqué más a ella y le cogí la mano—. Estamos en
esto juntas. Sé que eres inocente y pronto lo sabrá también el resto del
mundo.— Movió los dedos y los entrelazó con los míos.

—Ojalá pudiera compartir tu optimismo.

—Mi optimismo vale para las dos.— Lisa respiró hondo y cogió con fuerza la caja que contenía el material
sexual pervertido y horripilante de Jisoo. Era como si se sintiera culpable por sacar a la luz el oscuro secreto de su hermana.

Existía la posibilidad de que la asesina hubiese sido Rosé o Jisoo. Cabía esa posibilidad. Tampoco a mí me apetecía que la gente se enterara de
lo que hacían las dos en la cama, sobre todo teniendo en cuenta que era evidente que Rosé quería mantenerlo en secreto, pero la verdad era que nos estábamos quedando sin alternativas.

—¿Lista? —pregunté.

Lisa sonrió, pero fue una sonrisa forzada. Salió del coche y la seguí.
Estaba nerviosísima y me sudaban las manos. «Dios mío, es una de las peores ideas que he tenido en mi vida», me dije. Solo confiaba en que Wright no pensara que estábamos compartiendo con él aquella teoría para esconder nuestra culpabilidad, y muy especialmente la de Lisa. Era probable que lo pensara, pero, por desgracia, ignorar lo que habíamos descubierto era imposible.

Cuando entramos, Wright estaba detrás del mostrador de recepción
hablando con un colega y se volvió de repente, como si hubiera intuido
nuestra llegada. Se me formó un nudo en el estómago. ¿Cómo podía haberlo
percibido? Aquel hombre no era humano.

—¿A qué debo este placer? —dijo Wright, enlazando los dedos por
encima de su barriga. Lisa lo miró entrecerrando los ojos.

—Nos gustaría hablar con usted. Si no es mucha molestia.

—¿Ha venido a confesar, señorita Manoban?

—Queríamos comentarle otra posibilidad —dije, interfiriendo antes de que Lisa mordiera el cebo de aquel comentario estúpido—. Si nos concede un poco de tiempo.

—Por usted haría cualquier cosa, señorita Kim.

«Cabrón engreído y cínico», pensé. Pero sonreí, o intenté al menos
esbozar un amago de sonrisa. Lo seguimos hacia la ya conocida sala de
interrogatorios.

—¿Cómo es posible que nadie se lo haya cargado todavía? —me dijo Lisa al oído.

Me encogí de hombros. Wright tenía que haber jodido a mucha gente.
Me pregunté si gestionaría todas sus investigaciones tal y como estaba
gestionando la nuestra. Seguramente no. Mis conocimientos sobre el trabajo de la policía y los detectives se limitaban a lo que había visto en la tele, pero aquel hombre no me parecía profesional. Era demasiado excéntrico y tenía una forma de proceder demasiado enérgica y poco competente.

La cabaña - adaptación Jenlisa G!PWhere stories live. Discover now