Capítulo 12

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Aturdida, me senté en la cama con las piernas cruzadas. Dos de mis amigos
me habían escondido secretos enormes. Borra eso: técnicamente eran cuatro.

Era consciente de que si contaba a alguien lo que sabía, Jin y Sana podían tener problemas. Al fin y al cabo, los secretos que guardaban podían ser considerados móviles del crimen.

Mi cabeza albergaba un pensamiento horroroso que se repetía sin cesar,
hasta tal punto que casi necesitaba expresarlo a gritos: «¿Y si había sido uno de ellos?». Era evidente que no conocía a mis amigos tan bien como pensaba, pero entre no revelar hasta el último detalle de tu vida y ser un asesino había una diferencia abismal. Aquello era como vivir en una espantosa montaña rusa de la que me
quería bajar.

Mi mejor amiga había sido asesinada y tres de mis amigos podían ser
responsables del crimen. ¿Cómo guardármelo solo para mí si acababa
descubriendo que había sido uno de ellos? ¿Y cómo entregar a uno de ellos a la policía? Elegir entre la gente que quería, por mucho que hubieran cometido un crimen atroz, era muy duro. Tenía que elegir, y era duro porque dos personas habían perdido la vida y se merecían justicia.

Cogí el teléfono y llamé a la prima de Rosé, Somi.

No habíamos hablado desde el breve encuentro en el funeral y confiaba
en que me aclarara un poco las cosas. Se había criado con Rosé. Su
madre nunca estaba, de modo que había vivido prácticamente siempre con Rosie y sus padres hasta que se marchó a estudiar a la universidad.

—Jenn—dijo cuando me cogió el teléfono al primer ring.

—Hola, ¿qué tal estás? —dije, y al momento cerré los ojos y pensé que
era una pregunta de lo más estúpida.

—Bien, ¿y tú?

—Sí, bien, supongo. ¿Tienes algo que hacer mañana, Somi?

—La verdad es que no. Estoy preparando la maleta para volver a la uni, pero, aparte de eso, aburrimiento total.

¿Pensaba marcharse pronto? ¿Cómo podía la gente volver a su vida
normal tan pronto?

—¿Quieres que quedemos para almorzar? —sugirió.

—Me parece estupendo —repliqué.

—¿En el Lion a las once y media?

—Perfecto. Nos vemos allí.

—Adiós.

Colgó, pero yo me quedé inmóvil, con el teléfono aún pegado a la oreja.
No me imaginaba que fuese a marcharse tan pronto. Rosé había sido como una hermana para ella. ¿Le estaría pasando a Somi lo mismo que le pasaba a Lisa? ¿Estaría la madre de Rosé ninguneándola, deseando que
la que hubiera muerto hubiera sido Somi?

En aquel instante mi teléfono vibró. Apareció en pantalla un número
desconocido y un mensaje de texto: Mantén cerca a tus amigos y más cerca aún a tus enemigos.

—¿Qué...? —murmuré.

¿Quién era? La mano que sujetaba el teléfono estaba temblando. Miré el
mensaje, sin saber muy bien si tendría que intentar llamar a aquel número o responder con otro mensaje de texto, intentando descifrar cuál podía ser el significado de aquello y, lo que era más importante, quién podía habérmelo enviado.

«¿Quién eres?», tecleé a modo de respuesta, y la envié antes de que me
diera tiempo a cambiar de idea.
Miré fijamente la pantalla y esperé una eternidad. Los segundos se
transformaron en minutos, y seguía sin haber respuesta.

«¿Qué está pasando? ¿Alguien está intentando confundirme?», me dije.
De repente, solté el teléfono. «¡Es el asesino!» ¿Cómo habría conseguido mi número? ¿Lo conocía?

La cabaña - adaptación Jenlisa G!PWo Geschichten leben. Entdecke jetzt