Una pintura

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Ya habían pasado un año y meses desde que habían visitado Narnia, Susan y Peter llevaban viviendo siete meses en América, mientras que Lucy y Edmund vivían en casa de sus tíos. Su primo Eustace era amigo de Lilian, por lo que no era extraño verla tan seguido en aquella casa.

Edmund se encontraba formado, listo para alistarse al ejercito, había robado la identificación de su tía y se justificó en que el nombre se debía a un error tipográfico, pero para su mala suerte su hermana lo delató hablándole por su verdadero nombre, el joven había volteado y dejó que todos se dieran cuenta de su mentira, por lo tanto tuvo que irse y ayudar a su hermana con las compras para la comida.

- Yo peleado en grandes batallas - el joven tomó una caja que su hermana cargaba.

- No en este mundo Ed - le recordó Lucy.

- No, aquí solo tengo que combatir con Eustace Clarence Scrubb - amarró la caja a su bicicleta.

- Edmund, deberías de sacar esas ideas de tu cabeza - comenzó a avanzar su hermana - ¿Por qué estás aferrado con ir a la guerra?

- No lo entenderías Lucy - habló con enojo - simplemente quiero ser alguien importante.

- Eres importante para mí - aseguró la menor.

- Ya lo sé, pero no creo que lo sea para nuestros padres - ambos llegaron a la casa de sus tíos y abrieron la puerta para ingresar.

- Ya estamos aquí - anunció Lucy - ¿Voy preparando la cena tío? La tía Alberta no tardará en llegar.

El hombre no contestó por lo que Edmund le dedicó caras de burla.

- Deja de hacer eso - le ordenó Lilian mientras baja de la escaleras - llegó una carta de Susan, la dejé en la habitación de Lu.

Los hermanos saludaron a su amiga y subieron a la habitación de la menor, en cuanto entraron Lucy abrió la carta y comenzó a leerla, los hermanos estaban atentos a cada palabra de la carta, pero Lili estaba concentrada en su reflejo, recordaba los ojos azules de Susan, eran como el mar a comparación de los suyos que parecían dos carbones, o su hermoso cabello que siempre estaba arreglado a diferencia del de ella que parecía una bola de pelos enmarañada, estaba tan concentrada que cuando menos se lo esperó Lucy había acabado de leer la carta.

- ¿Unos meses más? - cuestionó el azabache mientras le quitaba la carta a su hermana.

- No voy a sobrevivir - aseguró la menor.

Lilian miró nuevamente el espejo, se preguntaba si ella sería algún día igual o más afortunada que Susan.

- ¿No lo crees Li? - la voz de Edmund la sacó de sus pensamientos.

- ¿Qué? - los hermanos se miraron confundidos al ver a su amiga distraída, pues no era muy común verla en ese estado.

- ¿No te parece que el cuadro es muy narniano? - repitió su pregunta el azabache.

- Sí - aseguró observando el cuadro.

- Había una vez dos huérfanos, que contaban cuentos de Narnia que eran un invento - la voz de Eustace invadió la estancia.

- Déjenme golpearlo - pidió Edmund a punto de lanzarse sobre el niño.

- No, cálmate Ed - lo detuvo su amiga - Eustace, deja de molestarlos.

- Vamos Lil, antes no creías esas tonterías - habló el rubio.

- Antes fingía que no las creía - corrigió la pelinegra - pero ahora que mi hermano ya no esta...

- Al menos el pudo alistarse al ejercito - susurró Ed ganándose un codazo de su hermana.

Los tres mayores regresaron su vista a el cuadro, les encantaba observar todos los detalles, eso les brindaba una sensación de paz.

Narnia: el viajero del Alba (2/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora