Compartir cama

99 7 0
                                    

Anteriormente... Después de los sucesos del tercer juego...

Un poco más animado que ayer, cynder y yo emprendimos el viaje de regreso a Warfang, deseando inconscientemente encontrar a alguien que nos ayudara en el camino.

—Hey Spyro, mira

Observé en la dirección que Cynder señalaba y nos dimos cuenta de que alguien afuera de una casa hacía una especie de señal hacia nosotros, pidiendo que descendieramos.

Al descender nos dimos cuenta de que eran una pareja de topos algo ancianos.

—¡Jóvenes Dragones, sean bienvenidos! —saludó amigablemente mientras nos daba un caluroso abrazo la anciana topo—, ¡Fred, ven! ¡Saluda a nuestros héroes!

—¡Pero claro que sí! ¡Sean bienvenidos! —saludó el topo anciano dándonos un abrazo también.

—Muchas gracias, pero no queremos importunarlos —comenté, agradeciendo su hospitalidad.

—¡Tonterías! Pasen, pasen. Les prepararé un estofado delicioso.

Y sin podernos negar, la anciana desapareció dentro de su casa mientras el anciano nos hacía pasar dentro.

—No saben lo agradecidos que estamos con ustedes —comentó el anciano, trayéndonos unos cuencos para beber un té que habían preparado—, cuando nos anunciaron que debíamos cavar bajo tierra para protegernos, Vera y yo temimos no volver a ver a nuestros nietos.

Por un momento me sentí nervioso, temiendo una represalia por no haber logrado completamente lo que todos esperaban.

—¿Y dónde están ellos? —preguntó Cynder.

—¡Oh, están de maravilla! —respondió el anciano alegremente—, nuestro hijo vive con su familia en Warfang y afortunadamente están todos bien, solo han tenido mucho trabajo con la reconstrucción de la ciudad —respondió sonriente.

—Tomen chicos, deben estar cansados ¿Llevan mucho tiempo viajando? —preguntó Vera, dejando unos cuencos grandes frente a nosotros.

—Oh, no. Salimos esta mañana —respondí.

—Oh, vaya. Aún así han recorrido un gran camino ¿Verdad, Fred?

—¡Si!, sobre todo porque hace varios días que nadie ha sabido nada de ustedes —comentó el anciano.

Cynder y yo no dijimos nada, pues aún no estábamos seguros de cuánto tiempo había pasado entre el fin del mundo y nuestro despertar

—Les importaría si les pregunto ¿Cuánto tiempo exactamente? —me atreví a preguntar.

—Hmm... Veamos... —el anciano acarició su barba—, probablemente unas tres semanas desde que salimos de debajo de la tierra.

Nos sorprendimos de su respuesta. Habían dos semanas perdidas desde que habíamos despertado y nadie realmente podría decirnos exactamente cómo salimos del núcleo del mundo... ni siquiera yo.

—Pero basta de charlas, deben estar cansados. Por favor pasen a la habitación de nuestro hijo, necesitan descansar.

Sin podernos negar a su hospitalidad nuevamente, Cynder y yo nos vimos dentro de una reducida habitación, donde realmente apenas podíamos dormir juntos.

—Creo que tendremos que adaptarnos —comenté, acostándome en el suelo.

Cynder no dijo nada, simplemente se acostó a mi lado, haciendo que por el reducido espacio tuviera que abrazarla con una de mis alas y que ella descansara su rostro cerca de mi pecho, haciéndome tensar un poco, pues nunca había estado tan cerca de ella.

—Pasó mucho tiempo —comentó ella tras un par de minutos en silencio.

—Lo sé —respondí, abrazándola inconscientemente.

Lo que habían dicho el par de topos me había dejado confundido ¿Realmente había pasado tanto tiempo desde el enfrentamiento contra El Maestro Oscuro? No lo sabía con certeza.

Mi único consuelo era saber que ellos nos podrían ayudar a llegar a Warfang y que muy probablemente pronto nos encontraríamos con los nuestros.

SpyroXCynder FlufftoberWhere stories live. Discover now